Jamás vi
a alguien tan pálido
y de labios tan rosados;
Estrella.
Su voz era delicada
y no pretendía enamorarme
(o al menos eso creí);
porque después de haber
susurrado mi nombre
cerca de mi oído,
prometí fingir
que nada había sucedido
y que el chico
de vaqueros azules
no había hecho que
mi corazón
diera un giro.