》CAPÍTULO IV: NIÑERO (PARTE I)《

854 95 79
                                    

Seis días.

Seis días habían pasado desde que Wirt hizo su promesa, y durante esos seis días a penas llegaba de la escuela se escabullía al bosque para compartir su tiempo con Allen. Sentía que, durante esas pocas horas en las que se divertía con el adolescente, había logrado hacer un enorme progreso en su amistad.

Finalmente Allen había roto esa coraza seria y depresiva que tenía siempre encima y había demostrado que, para sorpresa de Wirt, era igual de infantil e inocente que él.

Por no decir que más.

Siempre que Wirt se tenía que ir hacía un drama (por suerte no eran dramas tan delicados como el drama que hizo la primera vez que Wirt se tuvo que ir), parecía un niño pequeño haciendo un berrinche y eso a Wirt le divertía muchísimo, pero también se sentía mal por tener que dejarlo.

Ya había llegado el día en el que su mamá y su padrastro fueron a su colegio para discutir sobre las recientes y preocupantes distracciones durante la clase. la maestra decía estar preocupadísima, pero en su cara se podía notar la hipocresía, a esa vieja no le interesaba en lo más mínimo sus estudiantes, si aprendían o no, sólo le importaba cobrar el sueldo.

Ese día Wirt estaba nervioso, pero sus padres se mostraron bastante indiferentes con respecto al asunto, de hecho, sólo tuvo que prometer que subiría sus notas para que Maxwell le dejara tranquilo pues Catherine estaba muy ocupada con algunas llamadas telefónicas que eran de negocios.

Y Greg.

Tampoco le había prestado demasiada atención a su hermano, simplemente le daba el beso diario de buenos días a su hermanito antes de ir a la escuela. Pero ya no estaba tan alterado por la falta de atención en su casa.

Tenía la cabeza en otras cosas.

Tanto así que justo ahora, mientras camina por los pasillos de su escuela, no le molestan las miradas ni las risas que recibe porque hacía rato derramó jugo sobre su pantalón y ahora que se había secado parecía pipí.

Estaba distraído pues ayer compró una libreta nueva y había logrado transcribir todos los poemas que logró salvar de su anterior cuaderno (ya desechado, completamente) y también aprovechó a escribir unos nuevos muy especiales. Eso sí, jamás llevaría ese cuaderno a la escuela de nuevo, si quería distraerse escribiría en hojas o en su mano.

El timbre de salida sonó y fue corriendo inmediatamente al patio. Por mucho que criticase a Maxwell, él siempre llegaba temprano junto a su madre a recogerlo, pero grande fue su sorpresa al notar que su auto no estaba estacionado en la calle, ni en ninguna parte.

Wirt frunció un poco el entrecejo, vale, quizás por algún motivo muy importante se estuviera tardando más de lo normal. Así que se sentó en una banca en frente de la acera a esperarlo. Los minutos pasaban, dos minutos se convirtieron en cinco, cinco en quince y quince en treinta. Ya el lugar estaba casi vacío, y una niña muy imbécil que iba saliendo de la escuela miró a Wirt de forma burlesca a la hora de pasar cerca de él para irse— ¿Te abandonaron, fenómeno? No me extraña.

Giró los ojos y no le contestó a la perr-... ingrata. Cuando la chica se fue, Wirt se quedó sentado en la banca, completamente fastidiado. Quizás esa imbécil tenía razón, quizás lo habían olvidado. Pero él no podía seguir esperando pues, Allen le esperaba, sí, Wirt siempre después del almuerzo iba corriendo a donde Allen.

Decidió que lo mejor era comenzar a caminar a casa, antes de que se hiciera aún más tarde. Aunque el camino de su escuela a casa a pie eran más o menos treinta minutos, con suerte, si sus padres se dignaban en venir se los conseguiría en el camino.

En el Corazón de una BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora