Musa

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Y como siempre... Al final del día, solo somos ella y yo, al final, donde solo se quedan los que se atreven, los que no tienen el temor de sentir, el temor a lo que diga la gente, el temor a ser amado. Yo, solo un hombre con delirios de poeta, escribiendo versos para la más hermosa de mis musas, que a breve tiempo de conocernos, ha despertado en mí una luz de esperanza en el amor que creía perdido. Con su sonrisa, que es casi ridículamente perfecta, su tez blanca como la nieve; Que ironía, ¿no?
Tomando en cuenta que es ella, quien enciende el fuego dentro de mi, que arde intenso y constante, ella que al dedicarme una mirada, todo a mi alrededor pasa en cámara lenta y mi mundo se paraliza, dejándome con una estúpida sonrisa involuntaria, que quiere más, más de esa dama risueña con aires de inocencia, que mis labios y cuerpo mueren por probar. Pero no me malinterpreten, para mí, ella no es sólo un capricho, también tengo el deseo de conocerla, saber cómo piensa, cuáles son obscuros deseos y anhelos. Para así, pasar el tiempo que me sea posible, para crecer junto a ella y hasta quizá con las vueltas del reloj llegar a amarla de una manera tan pura y verdadera que los elementos tendrán envidia de la hermosa doncella que me acompaña, misma que me ha entregado su corazón y he jurado proteger.

Escritos de un hueon mal;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora