El asesino

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           Días después de volver a su casa, Matthew se encontraba más tranquilo,  dejó de lado el mundo de preguntas sobrenaturales que rondaban por su mente, y ya no necesitó pastillas para dormir. El trabajo lo distrajo bastante, las mujeres también, aunque le incomodaba el hecho de tener que trabajar desde su casa. Por primera vez en mucho tiempo Matthew se lamentó por aquella dichosa comodidad que le ofrecía su oficio. 

         Una tarde, luego de culminar sus tareas laborales pendientes, se tomó un descanso, se preparó un té helado y empezó a echarle un vistazo a sus redes sociales. Y él martirio comenzó de nuevo, al encontrarse con una noticia en particular, una que lo atormentó, por alguna extraña razón.

    (...)

     —Tío Hamlet, escúchame, eres el único amigo que tengo, necesito que escuches lo que debo contarte. Prométeme que intentarás creerme.

    —En serio espero que no tenga nada que ver con aquellas alucinaciones tuyas. Estoy harto—vertió vino tinto en la copa de su sobrino.

       —No son alucinaciones—suspiró— solo escúchame.

      —Está bien, habla.

      —Hace dos días me encontraba navegando por internet, entre tantas noticias triviales, encontré una sobre un asesinato, un asesinato en masa.

       —¿Y eso qué?— alzó una ceja.

      —La historia se originó en 1899, un hombre asesinó a más de ochenta mujeres, cada una a pedido. Una especie de sicario que engatusaba mujeres y las asesinaba posteriormente. Aquellos que gozaban de sus servicios en su mayoría, -o al menos lo que pudo registrarse- pedían que las asesinaran por haber sido infieles. Pero, éste hombre tenía una forma específica de matarlas, las apuñalaba una y otra vez y luego les sacaba el corazón, los metía en una bolsa de plástico negra y se lo enseñaba a quién pidió su vida.

      —¿Una especie de Blanca Nieves?— se burló Hamlet.

       Matthew rodó los ojos, las burlas de su tío le sacaban las ganas de contarle lo que había descubierto.

       —Escucha, éste hombre conoció a una mujer, no hay nombre de ella, o demasiada información al respecto, pero he leído una especie de leyenda sobre ésto.

       Hamlet suspiró—Sabía que se trataba sobre eso.—se sirvió más vino.

     —Cuentan que él, en el proceso de seducción con una de sus víctimas, se enamoró de una en específica, pero no pudo hacer mucho por ella, él cumplió con su trabajo y la asesinó. Pero cuando le arrancó el corazón, en honor a su amor por ella, lo reemplazó con una rosa roja.—Hamlet lo miró esperando algo más, como si no entendiera. —Tío, te dije que la vi, ella se convirtió en una cosa monstruosa, estaba ensangrentada, y me atacó. Pero lo que no voy a olvidar jamás es la rosa en su pecho ¿no te parece que es demasiada coincidencia? Encontré al asesino de Penélope, tiene que ser él. —bebió el vino de un sorbo, agitado, como si de un maratón se tratase.

      Hamlet lo miró atentamente, con los ojos exageradamente abiertos y rodeó la mesa para mirarlo de frente— Te has vuelto completamente loco Matthew, espero en serio que tu hermano no te esté dando de esa maldita cosa que consume como agua.—se rió— Es una locura, una locura...

     Matthew suspiró con cansancio, él no le creía, pero tampoco lo culpaba, era algo demasiado difícil de digerir.—¿Puedo quedarme hoy en tu casa?

   Hamlet se acercó a él y le sonrió.— Claro, necesitas descansar amigo.

     Matthew quiso golpearlo. Imbécil.

....

     Se encontraba en el mismo lugar que la primera noche, un lugar blanco infinito, y un pozo frente a él, era aquel pozo de donde salieron esas moscas, el zumbido seguía ahí, y parecían ser más ésta vez.
       Lanzó una roca hacia el pozo, para intentar ahuyentarlos, y parecía funcionar.
        Se acercaba cada vez más, y el olor fétido empezaba a inundar su nariz, las moscas revolotearon a su alrededor, y parecían querer empujarlo al pozo, dió un paso tras otro, cuidandose de las moscas,  y una vez llegó a estar lo suficientemente cerca, se asomó, y lo único que pudo observar es carne, mucha fétida y asquerosa carne.

     

        .......








Penélope...

Le gustan los ojos inyectados en temor, es lo más fascinante y satisfactorio de sus víctimas, en cambio odia a los que están totalmente ebrios, porque algunos llegaron a actuar con normalidad ante ella creyendo que eran alucinaciones, por eso no le agrada la idea de no saber ser más selectiva, mejor dicho, no tiene opción más que matar cuando tenga la oportunidad. Su intención no era acabar con todos los hombres del mundo, su intención era dar con su asesino, y si eso implicaba matarlos a todos, lo haría.

      Recuerda que desde la noche en que empezó a deambular por las calles, hace cientos de años se encontraba ocasionalmente con éste tipo de situaciones, y en ninguna supo como lidiar con ello. Hay tantos mitos sobre ella, si, es cierto que nadie puede huir de ella, pero también es cierto que existen excepciones, ella no puede hacer nada contra aquellas criaturas que también acechan por las noches.

      Este caso es sospechoso, no solo porque él logró escapar de ella y logró tocarla y no morir en el intento, si no por la sensación tan extraña que invadía su gélida alma, ella no entendió aquel sentimiento tan extraño, el tenía algo que la ponía extremadamente triste y eufórica a la vez.

Cómo es que existen personas que aseguraron saber cómo es ella y vivieron para contarlo? Bueno, en la actualidad no existe nadie capaz de escapar de ella, simplemente son rumores que corrieron generación tras generación, cada familia se encargó de tener su propia versión de ella.
   
      —¿Crees en el abuelo?
     
      —Claro que si.

      —Pero él asegura que la deambulante nocturna tiene una laarga cabellera- la pequeña niña hizo un ademán gracioso con la mano, insinuando aquella cabellera—...la cual es negra como el carbón.

       —Si lo dice es porque es verdad—su hermano tan solo quería acabar con aquella conversación. Sus ojos poco a poco iban cerrándose debido a la pesadez del sueño.

       —No, porque un compañero dice que es rubia y de pelo corto.

      —¿Y vas a creerle a él y no a tu abuelo?

      —Solo quería saber qué pensabas.

      —Pienso que debemos dormirnos.

   

Penélope, la deambulante nocturna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora