Huésped

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         Podría decirse que desde que Matthew halló la verdad detrás de las intromisiones a la paz que le proporcionaba el calor de su hogar, demostró una tranquilidad notoria. Se propuso a olvidarlo todo y darle lugar a la explicación de que era un posible desliz de su mente. Aquello que había sucedido en las solitarias calles con la mujer que estuvo apunto de matarlo no sucedió, nunca, y Matthew para acentuar su nuevo objetivo visitó a su hermano menor y a su pequeña sobrina. Ya culminando su visita y sintiéndose más relajado, con un cigarro en la mano volvió a casa y luego de una larga ducha procedió a dormirse.

          No sabía que hora era cuando una ola de calor empezó a atacar a Matthew mientras dormía, lo cual era extraño pues el clima de la ciudad generalmente constaba de temperaturas bajas, y más considerando la época del año. Esa noche su sueño iba tranquilo, sin pesadillas ni sombras que su mente imagine, hasta que lo interrumpió el sudor en todo su cuerpo, al abrir los ojos solo pudo ver oscuridad y la ventana de su habitación totalmente abierta. Al acercarse, con pasos torpes aún debido a su reciente despertar, miró fuera a las calles de la ciudad. Era un apagón general, probablemente el primero después de diez largos años, lo único que iluminaba la vista era el cielo. Resultó impresionante lo hermoso que podía ser, pero también deseó que no pasara de esa noche, pues su trabajo dependía literalmente de la electricidad. Matthew sintió el viento que cruzaba su ventana causando un escalofrío en su cuerpo, así que la cerró. ¿Acaso tenía fiebre? ¿Enfermó?
      Trató de ignorar todo aquello y prendió una vela, las luces de emergencia del piso en el que se encuentra estaban averiadas, así que para su mala suerte le tocó tratar de dormirse así. Pero lo impidió una voz.

     —Si la montaña no va a Mahoma... —dejó la frase sin terminar y se sentó en el sofá de la habitación. 

    —Ay no—no lamentó Matthew en una queja tortuosa. Se sostuvo la cabeza sintiéndose repentinamente mareado.—Debe ser una broma, una maldita broma.

  Ella soltó una risa genuina, le divertía molestarlo, y ni siquiera sabía porqué.

  —¿Qué tengo que hacer para deshacerme de ti? ¿Llamar a un exorcista?

—Esas cosas no funcionan. No conmigo Matthew. Y antes de que digas cualquier otra cosa vengo en son de paz.

La ceja de Matthew se alzó en incredulidad ¿acaso estaba oyendo bien? ¿Siquiera existía?

—Tienes que venir en son de paz, porque recuerda que no puedes hacerme daño, que de hecho yo te lo hago a ti.—le recordó. ¿Por qué sentía tanta valentía? ¿En donde se encontraba el miedo?

—Matthew, amas mucho a tu hermano.—dijo ella repentinamente. Eso lo alarmó, significa que estuvo siguiéndolo esta noche.—Y no te gustaría perderlo ¿no es así? No te gustaría que le sucediera algo malo, mucho menos que muriera por tu culpa.

    Penélope no podía matar a Matthew, ni siquiera podía tocarlo, algo en su interior sabía que era distinto y era por algo. ¿Y qué mejor que amenazarlo con lastimarlo emocionalmente?

—Quieres algo de mí.—dijo él inmediatamente.

—Eres muy listo Matt, muy listo.— ella sonrió, carraspeó la garganta y empezó a explicarse— Eres especial, eres igual que yo, o tal vez no, no tengo idea de lo que seas pero lo que si sé es que te cruzaste conmigo en tus anteriores vidas y yo no te tomé importancia. Pero este es el momento.— su rostro enserió y un escalofrío repentino atacó al hombre que yacía sentado en su cama observandola con detenimiento.— Se que sabes parte de mi historia. Y me ayudarás a encontrar a mi asesino y a matarlo, para poder por fin descansar en paz. Ya sabes lo que sucederá si te niegas.

    Quiso decirle que no, que se joda, que no le interesa lo que pase con ella, pero no pudo, la vida de su hermano estaba en riesgo, y tal vez el de toda su familia. Así que solo dió un asentimiento casi imperceptible y miro a sus propios pies en evidente enfado. Penélope solo lo observó, no esperaba mucho más de su parte, así que le pareció suficiente.

— No tienes idea de lo infeliz que soy Matthew, quiero desaparecer, es lo único que más anhelo y me costó mucho entender que para hacerlo, debo matar a quién me hizo daño.

—¿Soy digno de que al menos me cuentes lo que realmente te ocurrió? Si voy a ayudarte creo que es justo.— negoció él. Y lo creía plenamente, sentía muchas ansias por que este momento llegara.

  —Mi madre fue miembro de un aquelarre, mi hermana de hecho fue una de las brujas que murió en Salem tiempo después. Cuando fui asesinada por...

—Lo sé, sé quién fue. Lo había investigado antes, y ya está muerto.

—Sé de que hablas, el caso es uno de los más sonados, pero lamento decirte que no lo está, bueno, no del todo, tengo la leve sospecha de que es como yo pues cuando fui asesinada por él mi madre, junto con todas las mujeres del aquelarre hechizaron mi destino y el de él, uno en donde yo tome venganza de lo que me sucedió y por fin muera en paz. Pero algo salió mal, el hechizo consistía de varias sesiones para culminarlo y las últimas dos no se llevaron a cabo pues se dió vía libre a la primera caza brujas llevada por los inquisidores que visitaron el pueblo. Una de ellas logró salvarse y me contactó para explicarmelo todo pues me encontraba confundida, en una especie de limbo de donde nunca más pude salir, me encontraba recientemente herida, maltratada, recientemente muerta. Tratando de asimilar que lo había perdido todo, así que su explicación me fue de mucha ayuda.— Penélope suspiró. Revivir el pasado hizo que se sintiera pesada y algo débil— me dijo también, que lastimosamente el hechizo no podría culminarse pues habían matado a casi todas las brujas del pueblo y necesitaba de ellas para poder hacerlo. También  estaba muy ocupada reubicandose en una ciudad lejana, tratando de mantenerse al márgen porque las cosas estaban poniéndose difíciles para ella. Tiempo después de haber contactado con ella, murió en la hoguera, la encontraron.

—Entonces, todo eso llevó a que no puedas encontrarlo, a que logre escapar.

—Exactamente. Le había seguido el paso hasta que llegó aquí, en ese entonces no sabía siquiera que tenía poderes. Pero un día solo lo perdí de vista, y pasaron años y años y sigo buscandolo y en mi desesperación mato a quién se me cruce en mi camino, para ver si por gracia del destino alguno me libra de este mal.— ella soltó una risa amarga y repentina, mientras miraba un punto fijo en el suelo.— ¿Sabes? A veces odio a mi madre,  pero recuerdo que al menos lo intentó. Y aún así la sigo odiando.

Ella rió y él la siguió.  Luego de todo aquello no supo que decir así que simplemente optó por seguirla. Mientras, él seguía intentado asimilarlo todo.

—Su nombre era Mason, y su nombre de sicario era Escorpión. Y el día que me asesinó, yo iba a contarle que estaba embarazada de él.


















Penélope, la deambulante nocturna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora