TRES

836 103 17
                                    

El lunes al regresar del trabajo decidió abrir una caja que había lanzado debajo de la cama. Eran libros de poetas, su madre le había dicho que dejara ese sueño y fingió que los había vendido a una librería. También fingió quemar todos sus escritos ante los ojos de su madre. En ocasiones se preguntaba si el hecho de haber sido declarado como un chupa pollas era justificación suficientemente para matar todas sus ilusiones en el arte. Aquello que era considerado delicado, inmediatamente era apartado de su lado. Entonces para su madre cada alma escritora, pintora y de músico, eran menesteres de la jotería máxima. JunHoe analizaba la situación durante horas, era tan ridículo, que se sentía ridículo de cómo lo hería evocar tales memorias. Sostenía los libros de pastas desgatadas, los sucesos de su adolescencia se producían como una vieja película.

JunHoe era un niño regordete, el hecho de ser ahora un hombre alto y delgado se debía a sus esfuerzos por mejorar. Tenía un corte dudoso de cabello, sus mejillas eran llenitas (itas, al ser pequeñito) y un tono de piel levemente tostado. Era más bien gracioso, con sus ojos en línea al sonreír. En la infancia no importaba mucho, en la adolescencia era preocupante el quedarse con tal aspecto. En la adolescencia era donde todo siempre pasaba. JunHoe dejo de sentir asco por las niñas como una imposición ante los comentarios de sus compañeros acerca de que compañera le crecían primero sus senos. Aquella que tocara primero la puerta de una supuesta adultez, se convertía en un inmediato éxito. Los niños hablaban de obscenidades sin saber nada al respecto, y se emocionaban con la pornografía. JunHoe bromeaba con ellos por qué no quería quedarse solo, además de que si todos lo hacían era lo correcto. Aunque también encontró a uno de esos niños atractivo. Se llamaba JinWoo, Kim JinWoo, él era toda una celebridad entre las pubertas. Era muy bonito, ojos grandes, voz suavecita. JunHoe pensaba que era muy lindo, le gustaba mirarlo mientras aseguraba que no deseaba tanta atención de las niñas (hecho que era claramente falso).

—JunHoe.

En su último año, Koo había mejorado claramente al estirarse.

— ¿Qué sucede? — contesto, mientras veía a JinWoo.

— ¿Acaso te gusta chupar pollas? — mofándose. Se cruza de brazos y alza las cejas. JinWoo era ahora algo superior.

Saco una hoja del bolsillo de sus pantalones de vestir. Estaba muy doblada, por lo que la abrió mostrando un dibujo, una caricatura en donde JunHoe le hacía un oral a JinWoo. Ese estilo de hacer las cosas era de MinHo ¿Cómo pudo saber que le gustaba JinWoo? Sus ojos se abrieron como platos ante el golpe, la revelación de su inocente pecado.

—Yo... — ¿Qué se supone debe decir?

JinWoo, saco otra hoja que JunHoe reconoció.

—MinHo encontró tus poemas — le lanzo la hoja amarilla en el rostro y le escupió en el rostro — ¡No me vuelvas a hablar! Me das asco.

En ese momento se sintió muy avergonzado por tal declaración. Todos en la escuela se enteraron y simplemente decidieron ignorarlo, hablar a sus espaldas. Porque era Corea del Sur, ese tipo de cosas eran todavía muy mal vistos. Sus poemas que hablaban claramente de JinWoo fueron publicados como una forma de humillarlo públicamente. Llegaron hasta las manos de su madre, quien lo regaño, sermoneo acerca de lo que era correcto. Le dijo que el arte no lo llevaría a ninguna parte. JunHoe lo creyó ciegamente, pero no tuvo el valor de matar los escritos de los bonitos ojos de JinWoo. Era como un suicidio el dejar atrás todos los libros que lo acogieron ¿Qué le importaba a los demás si usaba de inspiración a un chico? Él nunca había causado un daño.

Solo se dedicaba a mirarlo.

"Ellos me hicieron trizas"

Escucho pasos bajando por las escaleras. Guardo la caja sin lanzarlo debajo de la cama. Se acercó hacia la puerta, abriéndola de golpe para encontrarse con un JinHwan en pijama que lo miraba expectante. Por un momento creía que se había escapado de los cuidados de DongHyuk, y eso conllevaba un peligro debido a que aún era algo inestable. Pero no, ahí estaba, ante él, con su mano hecha un puño en señal de que estaba a punto de tocar su puerta.

AberraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora