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Mi madre casi enloquece cuando descubrió los cortes en mis brazos este último mes.
Ella piensa que yo mismo me los estaba haciendo. Mi padrastro no tuvo las agallas de decirle la verdad. Se quedó en el rincón del salón, con sus brazos cruzados, mirando cómo mi madre me zarandeaba de lado a lado buscando respuestas.

Incluso cuando me miró con sus ojos cubiertos de lágrimas y suplicándome que por favor no siguiera haciéndolo, el hombre mantuvo su bocaza cerrada. Me lanzó esa mirada amenazante que tiene, así que yo también hice lo mismo. Cerré mi boca.

Ella me apuntó a sesiones de terapia. Después de unas semanas, cuando vio que no había nuevos cortes en mis brazos, no dudó en agradecer al psicólogo haberme salvado la vida entre lloros. Mientras tanto, su marido hizo lo que siempre hace: no hacer nada.

Mi madre estaba bastante molesta este día por la mañana cuando volvió a ver las marcas de sus garras en mis brazos. Todo sería más sencillo si nosotros la atáramos durante la luna llena.

Historias cortas de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora