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El frío era una de las cosas que Davina más amaba en el mundo, sentir lo blando de la nevisca al caminar sobre ella, apreciar con detenimiento los frágiles copos de nieve y el helado viento soplando en su rostro. O quizás solo se debía a que había nacido en Alaska, donde todo era tintado de blanco y el sol era ocultado por inmensas nubes y pinos.
El suave tintineo de su celular llamó su atención, dejo la taza de chocolate caliente en la mesilla y a velocidad sobrehumana se acercó al aparato. El nombre de Edward relucia en su pantalla.
──¿Diga?
──Davina. ──parecía aliviado de escuchar su voz. ──¿Sigues en Alaska?
──Claro, le dije a Esme que me quedaría otra semana más, parece que encontré una pista. ──exclamó con la voz impregnada de emoción. ──¿Todo en orden?
El suspiro abatido de Edward la preocupó.
──¿Edward, estás bien?
──Sí, solamente... ──titubeo. ──Creo que encontré a mí tua cantante.
Davina despegó el teléfono de su oreja sin creerlo del todo, contó los dedos de sus manos, en los sueños siempre tenemos seis dedos en lugar de cinco, o al menos eso era lo que le había dicho un hombre lobo que conoció en California, pero su mano estaba en orden.
──¿Davina, sigues ahí?
Asintió con la cabeza, aunque contesto cuando se percató que no podía mirarla. ──Sí, sigo aquí.
──¿Crees que pueda ir contigo? ──preguntó esperanzado. ──Prometo mantenerme al margen y cocinar todos los días.
En alguna otra circunstancia se hubiera negado, cada que iba a sus expediciones prefería ir sola, pero se moría de la curiosidad y además, admitía que Edward cocinaba excelente.
──Espero sepas hacer galletas, las últimas que hice no quedaron muy bien. ──trató de bromear recordando el desastre que había hecho.
──Te veo en un par de horas, dolcezza.
Sin dejarla despedirse colgó el teléfono, un adorable sonrojo se extendió en las mejillas pálidas de la pelirroja. Con una sonrisa suave regresó a su butaca enfrente de la chimenea y espero a que Edward llegara.
• • •
──Así que, ¿cómo es eso de que encontraste a tu tua cantante? ──se ánimo a preguntar Davina.
