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Capítulo cuatro.
Confrontaciones y decisiones.






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En cuestión de minutos, el auto deportivo de Rosalie se estacionó con brusquedad en el pequeño estacionamiento del Hospital.

Edward ayudo a que Davina bajara del auto, la inflamación de sus muñecas había disminuido pero los hematomas no. La culpa estaba latente en el cuerpo del vampiro.

──Edward. ──llamo la suave y dulce voz de la pelirroja. ──Deja de pensar tanto, esto es algo que no se pudo evitar y...

──Me pides lo imposible. ──rodeó sus hombros con cariño. ──Eres mi vida entera y tan solo pensar que te pudo haber pasado algo más grave, me sabe mal.

──Soy un vampiro, ¿recuerdas? ──lo empujó un poco. ──Estaré bien, solo necesito descansar y estaré lista para una guerra de nieve.

Edward rodó los ojos con diversión, incluso en esta situación, la chica no perdía su esencia divertida y alegre.

A sus espaldas, Rose miró la escena con cariño, a simple vista se notaba lo enamorados que estaban. Y no se arrepentía de hacerlos presentado en 1957, porqué sí, ella fue quien los presentó.

El trío de vampiros entraron por la puerta del hospital, saludando de forma breve al personal, a las enfermeras y doctores que se encontraban.

Excepto Davina, quien en más de una ocasión había parado para hablar más cómodamente con las personas que conocía, tanto médicos como pacientes. Era prácticamente imposible odiarla.

──Espero que tu muñeca mejore pronto. ──le deseo una pasante con quien había formado una bonita amistad en sus visitas al hospital. ──Sí necesitas algo, no dudes en buscarme ¿de acuerdo?

Davina asintió con entusiasmo y abrazo con delicadeza a la joven, quien recientemente se había pintado el cabello de rubio.

──Cuídate mucho Lexie. ──se despidió con una brillante sonrisa y continuo su camino hacia la oficina de su padre.

No hizo falta avanzar mucho, pues el patriarca se dirigía hacia ella con preocupación, había recibido la llamada de Alice y en cuanto se desocupo con la chica Swan había ido en su búsqueda.

──¡Chicos! ──se aproximo con velocidad. ¿Qué sucedió? Alice llamo pero... ¡mira tus manos! ──exclamó con angustia y comenzó a examinar las heridas.

──Esta bien Carlisle. ──le aseguró Rosalie con una pequeña sonrisa. ──Aunque admito que me preocupa esos moretones.

──Davina es una pequeña valiente. ──Edward la alago con orgullo. ──Quizá una pomada y...

Davina || Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora