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La noche en que decidí agarrar mis maletas se presentaba bastante cálida, tanto que asustaba a cualquiera que fuese consciente de qué iba a suceder dentro de, tal vez, unas horas más.

Arreglé mi corbata, guardé mi encendedor en el bolsillo del traje más elegante que encontré entre mis pertenencias, y, con gracia, me dispuse a caminar con tranquilidad por aquellos pasillos de tan idílico hotel.

Manu, Manu, Manu...

No, no me podría pasar

Recordé la primera ves que te diste cuenta que tu vida se ligó a la de un mentiroso.

Te lo prometo, amor, fue un accidente. Esa persona dejó de respirar sin darme cuenta, su vida se esfumó entre mis dedos como vaho de las mañanas.

Uno, dos, tres. Cada persona que intentaba ser importante en tu vida iba desapareciendo.

Te veías alarmado, mientras te refugiabas en mis brazos.

Lo hice porque te amo.

Vos parecías entenderlo.

Hasta que no lo hiciste, y me tuve que ir.

Aunque sabías que te hacía daño, suplicaste porque me quedara a tu lado.

Pero a un mentiroso prófugo no se le puede ver al lado de la víctima encantada por sus palabras.

Abrí teatralmente la puerta de tu habitación de hotel. Vacía, lúgubre y con pequeños vestigios de que dos personas se quedaban en aquel lugar tan falto de verdaderos sentimientos.

Tomé la carta, escrita con la caligrafía más refinada que pude conseguir en los años de falsas verdades por el mundo.

Te amo, te amo, te amo.

Besé aquel sobre, siendo mi beso de despedida en tu vida, sin promesas de volvernos a encontrar.

La luna estaba en estado más brillante la noche que parti lejos de ti.

Quien ama puede hacer daño, Manuel.

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Querido José:

Mentí.

No soy un buen perdedor.

Con amor,
Martín.

Mentía || ArgchiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora