Capítulo Cinco: Dramas Infantiles

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María levantó a Jacob y lo sentó sobre su regazo. El doctor, sacó una pequeña bolita de algodón y la mojó con alcohol. Después empezó a frotarla por el muslo descubierto de el pequeño.

Jacob no tenia ningún miedo. No había visto nunca en su vida una geringilla y no pensaba que le pudiese hacer daño. Sus pequeños ojos verdes perseguían con intriga los lentos movimientos del doctor. Pero cuando el doctor atravesó su piel con la aguja, aquella curiosidad por lo desconocido se desvaneció por completo. Jacob soltó un chillido agudo que se pudo oír en toda la clínica.

María llegó a casa con él dormido, ya que había estado llorando toda la vuelta en el autobús y estaba muy cansado. Lo acostó en su cama y ella se estiró a su lado intentando descansar.

Eran pasadas las 12:00 de la noche cuándo un llanto la despertó. Se giró para ver que le pasaba.

-¿Hay, que te pasa? - dijo suavemente medio dormida.
Pero Jacob seguía llorando sin ninguna explicación. Ella intentó darle de mamar, pero el no quería. Sin saber que hacer, ella lo envolvió en sus brazos y empezó a susurrarle que se calmara. Después de un rato, ambos se quedaron dormidos.

Ángela llegó a la madrugada y los encontró a los dos abrazados sobre el sofá, así que se metió en la cama lentamente para intentar no molestarlos.

María se despertó, era tarde y tenia que irse a trabajar, agarró a su hijo y fue a dejarlo en casa de Laura, pero al llamar respondió Carlos.

-Ah, no. Laura y Consuelo han ido con los niños a la boda de un primo suyo en Charleston.
-¿Charleston, Carolina?
-Si, allí.
-Pero, no me avisó.
-Bueno, la verdad es que fue bastante repentino. Salieron ayer poco después de que tú te fueras.
-Oh no, ¿Y te puedes quedar tú con el bebé?
-Eh, no. Lo siento. Yo he que ir a trabajar también.

María pensó rápidamente que opciones tenía. ¿Podria llevarse al niño a su trabajo, o su jefe se enfadaría? ¿Picar a algún otro vecino? Al final decidió volver a casa.

-¡Ángela, Ángela!
-¿Qué...? - dijo medio dormida.
-Tengo que pedirte un gran favor. - Dijo mientras bajaba la mirada hacia Jacob.
-No...
-Vaa, por favor solo hoy.
-Hay, de acuerdo. Pero me debes una.
-Vale, recuerda que ha de comer a las 10.00am tienes leche en la nevera y hay potitos y...
-De acuerdo, de acuerdo... Soy la mayor de doce hermanos, creo que se como cuidar de un bebé.

María salió de su casa con toda su confianza puesta en Ángela y se dirigió a su trabajo. Cuando llegó su jefe la llamó porque quería hablar con ella.

-Bueno María, ya llevas algún tiempo trabajando con nosotros. Y hasta ahora nunca habias llegado tarde. En Cheer's valoramos todas las cualidades de  nuestros empleados, sobretodo la puntualidad.
-Sí, lo se. Lo siento mucho, no volverá a pasar. Pero es que no tenia con quien dejar a mi hijo y no sabia si traerlo al trabajo.
-Vale, vale. No te preocupes, te entiendo. La próxima vez que tengas ese problema, puedes traerlo y lo dejas en mi despacho que yo cuido de él.
-¿De verdad?
-Si, claro. Siempre y cuando no se te haga costumbre.
-No, no por supuesto.

Después de salir de su trabajo llegó a casa rezando por que su hijo siguiese entero. Cuando llegó vio a Ángela sentada en el sofá junto a Jacob mirando la tele, este último mordiendo una cuchara.

-Hola, mira quien está aquí, es Mamá.
-Hay, mi pequeñín. - Dijo mientras levantaba a Jacob en brazos- ¿Qué tal ha ido el día?
-Bien, a que sí. Primero ha llorado un poco, pero luego le he dado una cucharita y se ha quedado de lo más tranquilo.
-¿Una cucharita?
-Si, para los dientes. Les relaja mucho.
-Ah, yo no lo sabía.
-Jajaja, es un secreto, no se lo cuentes a nadie -dijo Ángela con una sonrisa en la boca.

JacobDonde viven las historias. Descúbrelo ahora