El fuego que no quema

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Una vez en tierra, Mordred sintió el cambio en aire. Dejó que el bote volviera a la isla con un hechizo simple y se colgó la mochila a los hombros. Había decidido no ser demasiado evidente, por lo que su capa de druida fue guardada con lo demás hasta que hiciera demasiado frío o lloviera.

Conforme andaba, los árboles que se adentraban en el territorio de Camelot cambiaban. Pocas hojas adornaban ya las ramas y le hicieron sentir como en el invierno, a pesar de que aún no estaba tan frío. Se adentró en el bosque y caminó por largas horas, sintiéndose demasiado ansioso. Todo el lugar estaba sumido en un silencio perturbador, dónde ni los pájaros cantaban. Paró para comer algo de la fruta que había tomado antes de partir y un trozo de pan, luego bebió de las pieles que llenó antes de abandonar la isla

El sol estaba por ocultarse cuando decidió acampar. Tomó la runa que Iseldir le había dado y la activó con un destello de sus ojos. El fuego que inició le mantuvo lo suficientemente cálido conforme la oscuridad se tragaba hasta el último rayo de sol. Aquella primera noche fuera de la isla era luna nueva y las estrellas brillaron débilmente en el firmamento. Mordred se sintió solo en la vastedad del bosque, como si estuviera flotando en un gran vacío. Se preguntó si sería él suficiente para realizar la gran tarea que le encomendaron, si iba a ser capaz de sanar a Emrys.

Sin embargo, antes de cerrar los ojos y dormir, pensó en lo que el mensajero le había dicho, que en la noche es cuando las estrellas y la luna brillan, volviéndola hermosa. Sintiéndose reconfortado por ello, por el pensamiento de que tal vez Kara estuviera viendo esas mismas estrellas desde la isla, se dejó ir en un sueño ligero y alerta.

Pero en toda la noche, ningún animal hizo aunque fuera el menor ruido.

***

Caminando por grandes extensiones de tierra que agonizaba y acampando en lugares pequeños que consideraba seguros, Mordred avanzó hacia las montañas blancas y lejanas, si seguía bien el camino, debía llegar al lago en al menos tres días más. Él sabía que ir a pie lo alentaba todo, sin embargo, debido a lo sucedido no sería posible conseguir un caballo o un viaje con algún mercante. Él no había visto ninguno y realmente no lo esperaba.

Un par de veces se encontró con algún carrito abandonado a media ladera, completamente vacío, también vio a lo lejos las ruinas del gran castillo de Daobeth, del cual solo quedaban historias. El camino en silencio le permitió pensar mucho sobre lo que haría y repetir todo lo sucedido en su mente, impulsándose a seguir con el deseo de volver a ver Camelot una vez más, ese lugar dónde le habían arrebatado muchas cosas.

Al cuarto día de su viaje, Mordred se vio en la necesidad de cazar. Cerdan le había enseñado algunos trucos y en la isla algunos de sus vecinos le habían mostrado cómo cazar aves. Resultó ser bueno en el tiro con arco y ballesta.

Pero allí no había pájaro alguno; tan extraño como era, decidió que lo mejor era poner alguna trampa y esperar. La hizo sencilla, con ramas, una cuerda. Pronto, estuvo junto al fuego comiendo la última ración de carne seca y pan duro que había empacado. Era entrada la noche cuando escuchó un crujido y pensó que tal vez había tenido suerte. Convocando una bola de luz en su mano, fue hasta allí y lo que encontró no fue lo que esperaba.

En la trampa no había ni un conejo, ni siquiera un roedor de campo o una ardilla. Estaba tal y como la dejó. Confundido, revisó las ramas que le servían de alarma y notó que ni siquiera estaban rotas. Entonces el crujido sonó de más allá.

Mordred sintió que la piel se le erizaba. Solo en el bosque, aún lejos del pie de la montaña, un sentimiento frío se metió bajo su piel. Regresó a su pequeño lugar entre unos árboles muy juntos y se arrebujó contra el fuego, mirando sin parar en todas direcciones, dónde los crujidos no paraban de sonar. Esa noche fue la peor de todas a la intemperie, con la sensación de que alguien le observaba desde la oscuridad, tan asustado para siquiera cerrar los ojos.

Un Corazón de Sombras y RuinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora