"No se martirice. No importa lo que hizo. Solo debe enfrentarse a ello." ―A-22?
Pasan las horas. Mis heridas se van cerrando por si solas. Las partes arrancadas de mi van formándose lentamente. Noto cada segundo de regeneración. Mi sangre no deja de gotear de la mesa. No consigo aguantar. Es demasiado dolor. Han llegado a romperme los huesos. Mi cordura está al límite.
―Es tu culpa esta situación. ― escucho la voz de siempre a mi izquierda.
Es una voz de niño. Giro mi cabeza con las pocas fuerzas que tengo. Veo un espejo, pero, no me refleja. En su lugar, está el niño sentado en la mesa de tortura, pero está limpio, sin sangre. No reconozco al niño. El chico tiene el cabello negro y corto. Lleva una especie de uniforme, posiblemente de un colegio.
― ¿Quién eres? ―le pregunto sin fuerza.
―Esa pregunta no es correcta. ―me sonríe con expresión de pena.
Repentinamente, el espacio parece movernos a otro lado, al espejo y a mí. Sigo atado en la mesa, pero, estamos en un hospital. Vemos un parto. Los padres parecen felices.
― ¿Cómo lo vamos a llamar? ―pregunta el padre.
―Se va a llamar... ―no logro escuchar el nombre que proporciona la madre a su hijo.
Él bebe no para de llorar. Me hace doler un poco la cabeza. El espacio vuelve a su origen, los llantos del recién nacido, se escuchan muy lejanos.
―Volveré.
El espejo empieza a derrumbarse. Vuelvo a estar en la mesa ensangrentada. Realmente, no creo haberme separado de ella. Posiblemente, todo eso, era un sueño. Mi cuerpo vuelve a estar curado. Ninguna herida visible. Mi momento de tranquilidad se ve perturbado. Escucho la puerta abrirse y mi cuerpo se tensa al escuchar cómo se acercan pasos.
―Buenos días, rata. ―me dice el doctor perturbado.
Se acerca a la mesa y posa su bolsa. Despliega las herramientas. Los otros se preparan para apropiarse de una herramienta y empezar a destrozarme. Unas cizallas, tijeras, alicates, bisturís, incluso una sierra. Empieza la tortura.
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero, después de muchos gritos, puedo ver mi propio brazo abierto, con los huesos expuestos al exterior, dos cubos llenos de sangre, cortes por todo mi cuerpo, incluso, unos malditos clavos clavados por toda mi pierna. Se les rompió la sierra mientras intentaban cortarme el fémur izquierdo y la dejaron dentro, escuece, escuece por el óxido de la sierra tocando mi carne expuesta. Me obligan a mantenerme consiente. Quieren escucharme suplicar, gritar, llorar y romperme. Ni mi cuerpo ni mente pueden más.
―Bien, es todo por hoy. ―concluye el doctor encargado y se acerca a mi oído. ―Hasta mañana.
No puedo más. Quiero morir, solo quiero eso.
― ¿No quieres ir al exterior? ―dice el niño.
―No. Solo deseo morir antes de que vuelva.
―Lo siento, pero, no tengo poder para eso.
El espacio vuelve a mostrarse raro. Debe de ser un sueño.
―No es un sueño. ―la voz del niño se notaba mucha más seria.
― ¿Entonces? ―pregunto.
―Te acabaras dando cuenta eventualmente.
El espacio se forma en una esplanada. Veo a los dos padres con su hijo. Se le ve sano, y ya camina, aun siendo tan pequeño. Persigue una mariposa. Solo veo una esplanada de hierba y flores que llega al infinito.
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Flores de Sangre
General FictionLa desesperación. Dulce. Triste. Un lugar donde no hay posibilidad de encontrar la esperanza. No es de extrañar que nadie conozca su existencia, después de todo, tampoco hay lugar para la humanidad.