Capítulo 3: Fiesta de presentación (2ª parte)

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No era lo ideal, todos estaban de acuerdo con ello, pero nadie veía otra opción para poder avanzar en su misión después de 4 años sin demasiados resultados. Solo habían encontrado uno de los objetos que ahora estaba en posesión de Jesse Wheeler. Tenían la idea de que el resto estarían en Ciudad Domino y por ello regresaron, ahora en medio del castillo de uno de sus aliados, Joey se arrepentía horriblemente de esa idea.

En el escenario donde había estado tocando la banda, el excéntrico anfitrión presentaba a los Wheeler, el mayor de los rubios sonreía ante la atención del público cuando Pegasus lo presentó como la tercera parte de la novedosa alianza entre Industrias Ilusión y Schroeder Corp.

Acto seguido se presentó al joven Joey Wheeler como el aclamado nuevo ilustrador. Todo el salón se llenó de murmullos cuando reconocieron el nombre del tercer mejor duelista que se sabía desaparecido tras los intentos de Mokuba y Duke por encontrarlo. La expresión de Joey era pétrea, provocando que muchos creyeran que era otra persona, después de todo, el duelista era conocido por su expresividad y la enemistad con el CEO Kaiba. Esto último hizo que muchas miradas se dirigieran al susodicho y sus dos acompañantes, incluso los del escenario miraron hacia allí.

Los dos azabaches estaban deprimidos, mortificándose por la reacción de quien creían su amigo. Los ojos endurecidos de Joey los recorrieron hasta toparse con los fieros ojos del más alto. Azul y dorado compitiendo como en antaño hasta que el dorado se opacó nuevamente y se retiró.

—¿Estas bien, primo? —Preguntó Jesse en voz baja, inclinándose hacia el menor con preocupación en sus ojos.

—Por supuesto. —Respondió dirigiéndole una mirada muerta que indicaba lo contrario.

Jesse retrocedió un paso perplejo y con una punzada de culpa, sin embargo, Pegasus no vio la interacción y abrazó al más joven con su izquierda, instándole a bajar del escenario.

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El dragón de Kaiba Corp. parecía emerger de las profundas y calmadas aguas que eran su vida ahora, este teatro le hacía gruñir como una bestia enfurecida. Al principio, enfadado porque el perro hubiera traicionado la preocupación de su hermano al estar más que bien y encima no dar ninguna explicación y ahora, ¿Se suponía que tenía que creer que él, ese jugador de quinta, era el nuevo diseñador del que Pegasus presumía tanto?

Dejando a su hermano con el jugador de dados, se acercó al anfitrión con una helada expresión que rápidamente espantó al tipo que hablaba con él. Su expresión se agrió cuando voltearon a verlo de frente y notó que Pegasus seguía pegado a Joey y éste no hacía mucho por evitarlo al mantener una expresión ausente, como una muñeca sin vida.

Pegasus comenzó a hablar, pero en el momento en que Joey al fin lo miró pudo darse cuenta de las diferencias en el rubio: Su cabello, al fin domado, de un largo que rozaba sus hombros; era más alto también, Kaiba pudo apreciar que posiblemente era tan o más alto que él ahora; el traje negro con camisa roja y sin corbata dejó un poco en shock al castaño, el rubio jamás había sido visto medianamente elegante antes, así que esto era un enorme cambio; sin embargo, lo que más dejó perdido a Kaiba fueron sus ojos, estos parecían atravesarlo con una tristeza y nostalgia que no pudo manejar. Se alejó, volviendo con su hermano y dejando a Pegasus desconcertado.

—¿Qué ocurrió? —Preguntó ante la actitud del joven CEO.

—Supongo que ya vio lo que quería. —Joey al fin se separó del abrazo de anaconda y se unió a su primo, dejando que Pegasus lidiara con su desconcierto solo.

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Para Joey la fiesta solo se puso más y más tediosa a cada segundo que pasaba. Los hermanos Kaiba se marcharon luego de esa media interacción entre Seto y Joey, Duke los siguió casi en seguida y entonces toda la atención recayó en los Wheeler. Cada persona que se acercaba a ellos era una espina que pinchaba insistente en sus nervios, luchaba fuertemente contra el instinto de huir y solo porque tenía a su familia con él es que había soportado por dos horas a los otros invitados. Sin embargo, el alcohol que circulaba volvía más audaces a la mayoría y al final alguien preguntó lo que antes no se atrevían: —¿Qué te pasó?

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