VI

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El Gran Maestro se quedó quieto, extasiado al sentir su pene duro ser engullido por el culo apretado de Shaka.

Hizo sus caderas hacia atrás. A medida que retiraba su miembro del ano, un fino hilo de rojo sangre corrió por los muslos del rubio. Arles embadurnó sus dedos con la sangre y con ella hizo trazos en la espalda de Shaka, siguiendo la línea de la columna, como un macabro dibujo infantil. Empujo su miembro otra vez dentro y cuando lo sacó, el hilillo de sangre volvió a correr. Esta vez, como los guerreros de la antigüedad, pintó su propio torso con el líquido rojo. El olor a sangre llego hasta su nariz. Resultaba embriagador.

Alzo su mano a la altura del rostro. Saboreó uno a uno sus propios dedos. El sabor metálico de la sangre invadió sus sentidos. Se sintió como un animal de caza sobre su presa.

¿Era acaso el mundo de las bestias en donde había caído? Seguramente, porque sentía las terribles estocadas del monstruo a sus espaldas, lacerando su carne, dándose un festín con su sangre.

Devorando su alma.

Y la fría máscara sobre su rostro que lentamente lo privaba de voluntad y lo dejaba a merced de ese hombre (¿hombre?) que mancillaba su cuerpo y su espíritu.

Arles escupió sobre su pene buscando lubricarlo de alguna manera, para hacer los movimientos más fluidos.

Tomo el cabello del muchacho con su mano izquierda y lo enredo en su muñeca. Con la mano derecha, recorriendo las líneas de sangre que había dibujado, ascendió por la espalda hasta llegar al cuello de Shaka y lo apretó firmemente.

Comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás, metiendo y sacando, tirando de los cabellos con cada estocada que entraba, haciéndole arquear la espalda de forma que elevara las caderas para que su pene penetrara más profundo dentro de ese cuerpo.

La presa sobre el blanco cuello se hizo más fuerte. Apretó hasta el momento previo a hacerle perder el conocimiento al muchacho y luego lo soltó.

Siguió penetrándolo fuerte, duro y profundo y cada vez que sentía a Shaka comenzar a caer en la inconciencia, el Patriarca aflojaba la presión sobre el cuello.

-Shaka, Shaka... - comenzó a repetir mientras embestía nuevamente y recostaba su pecho contra la espalda del muchacho – Sos algo sagrado... - daba pequeños mordiscones marcando con sus dientes la blanca espalda, mientras movía sus caderas en círculos para hacer bailar a su pene una extraña danza – Desde el Cielo... - se hizo para atrás nuevamente, sacando todo su miembro del ano, apenas tocándolo con la punta – Hasta el Infierno...

Empujó dentro con todas sus fuerzas, tirando del pelo con una mano y sosteniendo las caderas del muchacho con la otra para lograr que se mantuviera firme en la posición y resistiera la embestida.

ProfanaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora