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Kookie nació hace cinco años atrás. En mi último año de instituto, tuve una relación con su madre Eun Ji, quien en ese entonces iba a mi mismo instituto pero dos años menos.

Cuando descubrimos que estaba embarazada, no fue una noticia alegre. Al menos, no para mí. Y mucho menos, para toda mi familia que se revolucionó en una crisis pocas veces vista.

- Espero que te cases con esa muchacha - me dijo mi madre. - Sino, ese niño nacerá en el pecado. Y yo no puedo aceptar a un niño nacido en el pecado.

¿Suena absurdo que alguien en pleno Siglo XXI me haga este planteo? Por supuesto que lo suena. Pero mi madre es absurda, ya lo dije.

- Eun ji y yo no queremos casarnos - le dije, como para desligarme de responsabilidad.

En parte, esto es una vil mentira. Eun Ji estaba enamorada de mí de una forma dependiente y asfixiante. Tenía la elección de hacerme cargo del hijo que iba a nacer y lo iba a cumplir, pero casarme jamás.

- Entonces esa puta no pisará esta casa - sentenció mi madre.

Por un lado era mejor que Eun Ji y mi madre no se conocieran. No fuera cosa que se llevaran bien y eso terminara por complicarme la existencia.

Pero los padres de Eun Ji tampoco se tomaron a bien aquel embarazo inesperado. Temían el repudio social de tener una hija que no pudo mantener las piernas cerradas, así que enviaron a Eun Ji al campo, a la casa de una tía solterona.

Fue un momento muy turbio y unos días muy tristes.

En teoría.

Lo cierto es que mientras la miraba marchar, llevando en vientre a mi hijo, sentí tanto alivio que esa noche fui a una fiesta y desaparecí de casa por dos días.

El día que Jin finalmente le propondría al profesor de Derecho Romano nuestra idea, yo llegué a la conclusión de que necesitaba hablar con Jimin. Mi amigo siempre encontraba las palabras justas para decir algo que me podía calmar.

- ¿Estás en tu casa? - le pregunté.

- Sí - afirmó. - ¿Qué sucede?

- Necesito hablar contigo - le dije. - ¿Estás solo?

- Siempre estoy solo, Tae- contestó. - Estaba por preparar el almuerzo. ¿Quieres almorzar aquí?

- Sí, claro - respondí. - Voy para allá.

Tomé mis carpetas para disimular que tenía que ir a estudiar. Mi madre, que estaba preparando el almuerzo, haría una escena. Estaba preparado para ello, pero esta vez ir a ver a Jimin me importaba más que lastimar los sentimientos frágiles de esa mujer demente.

- Tengo que ir a estudiar a la casa de Jimin - mencioné.

- Claro, cariño - respondió. - Después de comer, puedes ir.

- No, mamá, tengo que ir ahora - me opuse.

Mi madre quedó boquiabierta, como si no pudiera comprender el idioma en el que yo hablaba.

- ¿Qué tan urgente puede ser lo que tengas que estudiar que no puedes comer aquí? - me preguntó, con su voz dura.

- Tenemos una unidad que no estaba en el examen y que ahora nos enteramos que está - mentí. - Si me demoro en comer, no llegaré a rendir...

Mi madre dejó de escucharme, apagó la hornalla y tomó la cacerola caliente con las manos desprotegidas.

Me quedé observándola sin emitir palabra, mientras ella lanzaba un grito de ira al tiempo que tiraba todo el contenido en el patio.

- ¡Si nadie va a comer entonces a la basura! - rugió, totalmente fuera de sí. - ¡Para eso te doy tanto amor! ¡Para que te cagues en mí, como lo hizo tu padre! ¡Vete, malnacido! ¡Vete de mi casa ahora!

No me quedé a consolarla.

Probablemente entraría en una crisis, tomaría un par de pastillas, encontraría con quien hablar sobre el disgusto que sentía y, si tenía un poco de suerte, se suicidaría en el transcurso del día.

Yo, por mi parte, tenía cosas más importantes en las que pensar.

Desde la vereda podía sentir el olor a la comida que estaba preparando Jimin. De repente, me había olvidado el mal momento que me hizo pasar mi madre y mi estómago comenzó a rugir, famélico. No había ni siquiera desayunado.

Como me había dicho que se encontraba solo, probé ingresar a su casa sin llamar ni tocar timbre. La puerta cedió.

Me encontré a mi amigo en la cocina, solamente vestido con un bóxer de seda, de esos que tienen una abertura en la entrepierna para que uno pueda sacarse el miembro sin necesidad de bajárselo.

No pude evitar ver que su herramienta se notaba en su interior, igual de gorda de como la recordaba.

- ¿Qué sucede? - me preguntó. - ¿Has tenido noticias de Jin?

- No, ninguna - le contesté.

- Seguro tendrá suerte - me dijo, confiado. - No conozco alumno que se haya ofrecido y que Namjoon haya rechazado.

Me resultaba extraño que llamara a nuestro profesor por su nombre. Lo hacía sentir cercano, cuando en realidad era una figura difusa. Poco recordaba de él, excepto que era un hombre musculoso. Supe escuchar por ahí que fue militar, algo que no era difícil de imaginar debido a su carácter y su condición física.

- Por él he venido - le comenté. - No quiero entregarle mi virginidad.

Jimin dejó la cuchara de madera con la que cocinaba y me miró con inquietud.

- Tú no eres virgen - me recordó. - A menos que Eun Ji se haya embarazado del Espíritu Santo.

Señor Kim | RM X VOCAL LINE(TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora