Capítulo 1: Irreal.

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El sol sonríe, es de esa manera como comienza el día. Nadie sabe con seguridad por qué, pero todos los días parecen ser soleados en palacio. Ni una mísera nube se atrevía a manchar el amplio cielo, todos los días había un perfecto soleado en todo el reino. La manera en la que funcionan las cosas allí son un tanto mágicas, sobretodo para un niño como él. Cuando los profesores le explican en casa que, de hecho, no tiene sentido que a penas llueva en palacio dada la situación geográfica (cima de una montaña un tanto alta, rodeado de bosques, lejos de la playa), él se limita a decir que es magia. ¿Qué otra cosa podría explicar aquel fenómeno, sino?

Una día, en forma de anécdota, su madre le contó que la última vez que llovió fue la noche en la que él nació. "Lloraste tanto aquella noche", le hubo dicho con cierto pesar en la voz, "estábamos preocupados porque la lluvia tampoco cesaba. Una tormenta horrible, la peor que haya visto". Él, por supuesto, como el chico curioso que es, investigó. Comenzó preguntándoles a sus profesores (a todos, incluidos los de literatura y música), pero ninguno de ellos le dijo nada relevante; leyó todos los libros sobre el tema en la interminable biblioteca de palacio, pero no había ni una sola pista de por qué ocurría aquello.

Una tarde cualquiera, hablando con los empleados de palacio, el niño oyó una interesante conversación entre dos sirvientes que tenía lugar en el jardín principal. Escondiéndose entre unos arbustos cercanos, puso atención a lo que decían. 

—Estoy preocupado, he oído que el príncipe no deja de hacerles preguntas un tanto fuera de lugar a sus profesores —susurraba el mayor de ellos, con clara preocupación en la voz.

—¿Qué clase de cosas fuera de lugar? —preguntaba el contrario, alzando un tanto la voz. Ni siquiera sospechaba que el príncipe del que hablaban estaba oyéndolo todo.

—No me digas que no has oído los rumores... —el otro niega con la cabeza, y el mayor exagera una expresión de sorpresa— Al parecer la reina le ha contado al príncipe sobre la tormenta que hubo el día en el que dio a luz.

—Imposible —se niega a creer el contrario, con la misma expresión de asombro en el rostro. Ahora parece que ambos saben a la perfección de lo que están hablando—. ¿Por qué haría la reina algo así? ¿Acaso no sabe la de cosas que tienen prohibidas contar los profesores, y va ella y le dice eso? ¿Y si el pequeño Jeongguk se enterara de la existencia del reino vecino...?

Con suma quietud, el susodicho sale de su escondite, se limpia el traje con ambas manos y hace un leve sonido con los labios. Los dos sirvientes se giran, y su expresión de preocupación cambia a una aterrada tan pronto como le ven.

—¡Su majestad...! —exclaman al unísono, haciendo un reverencia perfecta. El pequeño, al ver a los dos hombres hincados de rodillas en el suelo, les ruega que se levanten.

—Os vais a ensuciar el uniforme, no hagáis eso, por favor —pide, con su característica voz dulce. Ambos hombres se ponen de pie, y mantienen la cabeza gacha. Órdenes reales: nunca debes mantenerle la mirada fija ni a los reyes ni a los príncipes—. ¿Podríais contarme más acerca de ese reino vecino del que hablabais? Por favor.

—¿Reino vecino? ¿Cuándo hemos hablado nosotros de tal cosa? —se apresura a aclarar uno de ellos, con evidente pánico— No, no, impensable. Usted debería saber mejor que nosotros dos la geografía del lugar. Todo lo que alcanza nuestra vista, si miramos desde el punto más alto del castillo, nos pertenece. Ése es nuestro reino. No hay nada medianamente cerca que no sea nuestro.

—Como sigáis mintiendo tendré que decirle a mi padre que vais hablando por el castillo de otros reinos —suelta a modo de amenaza, la cual surge efecto inmediatamente, pues ambos sirvientes se aclaran la garganta—. Si me decís la verdad, esto quedará solamente entre nosotros.

Prince ➳ TaeKook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora