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«Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosasque escapan a los que sueñan sólode noche»

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«Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas
que escapan a los que sueñan sólo
de noche».
Edgar Allan Poe.


—A nadie le gustan las personas curiosas, Danna— dice con una sonrisa delicada.

Mis ojos no pueden dejar de observar, con cierta curiosidad y cierto temor, a mi buen samaritano; mi mano tiembla sobre la suya, siento el sudor frío recorrer mi cuerpo. Al igual que el miedo. La opresión del pecho se hace más fuerte, el nudo en mi garganta parece hacerse más resistente y la paralisis momentanea de mis miembros persiste. Mis oidos dejan de percibir los pasos, las voces, el chirrido de los carriles, el anuncio del altavoz, todos esos sonidos son opacados por el choque de las olas contra las rocas.

Él, esboza una mueca delicada, una curvatura que puede transmitir tranquilidad a quien la viera, exceptuándome. Siento que si no desaparece gritaré, aun cuando mi voz parece haber desaparecido.

—Estás pálida, linda, ¿te sucede algo? ¿Quieres un poco de agua?

De pronto siento mucha sed, mis ojos se nublan y estoy por desvanecerme. No caigo porque me sujeta con fuerza, sus manos se aferran a mi cuerpo y por el poco sentido que queda en mi mente puedo deducir que nos movemos. ¿A dónde? No sé, todo se ve borroso, los sonidos no son claros, mi voz aún no vuelve.

Trato de quedarme despierta, un música relajante me adormece; escucho de nuevo esas voces, todas dicen lo mismo: «el gato murió sabiendo», y por primera vez me pregunto por qué el pequeño animal fue tan curioso, imprudente y, si le habría dolido la muerte. La gente suele decir que no es malo temer, que lo malo es derrumbarse por sus miedos; me pregunto, en este estado de somnolencia, si ellos tuvieron miedos tan grandes.

Y de repente mis sentidos me engañan. Mis ojos no ven más que manchas borrosas, mis dedos tocan un superficie helada y después parece ser un cuerpo tibio, mi lengua parece recordar el peculiar sabor de las pastillas, mis oidos sólo escuchan el chocar de las olas contra las rocas y mi nariz percibe el olor del hachís. ¿Recuerdos? ¿Sigo despierta o me tambaleé una vez más a un mundo que no es el mío?

El movimiento de mi cuerpo es algo brusco, mis brazos chocan contra dos superficies a mi costado; me duelen, y aún no puedo ver nada.

La blanca visión lentamente se va transformando en una oscura, luces tenues se juntan, son azules, verdes, violetas y rojas. Mi cabeza da vueltas y mi estomago se revuelve, doy arcadas pero algo me mantiene en la misma posición, impidiendo que salga corriendo hacia otro lugar. Todo se vuelve frío, una mano toca mi mejilla y súbitamente todo vuelve a tener un extraño (casi quimérico) sentido. Giro, temerosa, y encuentro el perfil de mi salvador. Es delicado, casi sincelado por un artista dedicado que había cuidado cada detalle de esa facción. Sus ojos solo ven al frente, sus oídos están atentos a mí, sus manos están tensas al igual que el resto de su cuerpo. Su cuero cabelludo es corto y se apega a la piel de su frente por el sudor que expele.

Los sueños de DannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora