III

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«Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar»

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«Si es bueno vivir,
todavía es mejor soñar,
y lo mejor de todo, despertar».
Antonio Machado.


—Cuando era niño tuve un jilguero de mascota—, inmediatamente sentí las ganas de colgar pero me detuve. —Me gustaba cómo cantaba por las mañanas frente a la ventana a la que yo ponía su jaula. Ahora que lo pienso probablemente su canto era sobre su anhelo de libertad, y este no era otra cosa que llanto. ¿Qué opinas, Danna, crees que el jilguero que tenía de niño lloraba o cantaba?

No hay respuesta.

—No, no, no. Eso está muy mal, Danna, no debes dejar a la gente con la palabra en la boca, es de muy mala educación. Así que contesta.

—N-no lo sé. Probablemente sí lloraba.

Lo escucho emitir sonidos guturales, da afirmaciones así mismo. El obturador de una cámara se dispara y vuelve a concentrarse en mi llamada.

—Sí, es lo más probable, ¿no es cierto?— emite una pequeña risa, una que me da escalofríos— ¿sabes qué es lo curioso? Que tú me recuerdas mucho a ese jilguerillo, ajam. Eres pequeña, tienes una piel llamativa, aunque tu cabello sea castaño es igual de lindo que las plumas rojas que solía tener C., además de tu voz. —Suspira sonoramente y ríe—, Cuando te escuché gemir esa noche no supe cómo reaccionar. La verdad no esperaba encontrarme con una avecilla curiosa en mi camino. Esa noche ya había tenido suficiente con los errores de mi gente además de la presión de Novic; y luego apareciste tú. Dime una cosa, Danna.

Tengo miedo de contestar, tengo miedo de que él pregunte algo que no quisiera decir a los demás

—¿Las alucinaciones siguen siendo frecuentes, las quimeras aún existen en estos momentos en tu cabeza? O todavía mejor ¿qué sientes con las pastillas de Marah? —mis ojos empiezan a cosquillar, arden de forma frenética al igual que el cosquilleo de mis dedos tentados a cortar la llamada. —Ni siquiera se te ocurra colgarme, jilguerillo —dice inmediatamente, como si fuera capaz de leer mi mente—, si lo haces iré por ti para ver si sangras igual de hermoso que C.

Los minutos seguían pasando y ambos nos quedamos en silencio; de repente me sentía tranquila, meditabunda sobre la pregunta. Rememoré lo que fue la fiesta, las sonrisas, los tragos y mi «yo» frente al espejo del tocador de la mansión Snowk, una mirada pícara en el espejo, unas manos abrazándome y de repente estaba cayendo por los riscos. Mis uñas se clavan en mi cuero cabelludo con fiereza, como si el dolor físico que me causaba fuera capaz de hacerme entender qué era lo que pasaba.

El sonido del obturador de una cámara me saca de mi pequeña ensoñación.

Miro el espejo que se encuentra en el costado de mi habitación, veo un par de mis ropas interiores sobre ellas; ¿de qué forma habían llegado hasta ahí? ¿Desde cuándo yo era tan desordenada? Una de ellas cae al suelo. Es una prenda delicada, un sujetador negro de encajes, aún veo la etiqueta en la parte posterior. Mi cabeza duele cuando trato de recordar ese día en que fui a comprarlo.

Los sueños de DannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora