Cuatro

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Voy lo más rápido que puedo hasta mi apartamento. Cuando llego, llamo a Esther.
–Ya era hora de que me llamaras. Tenemos que hablar.
–Ya, lo sé. He visto tu último mensaje. –le digo.– Bueno, ¿qué has descubierto?
–Entré en facebook y, es cierto que con la información que tenemos es muy difícil encontrar al Marc que buscamos de entre los miles que hay con ese nombre.
–Y... ¿eso es todo lo que has encontrado? Creía que eso ya lo dábamos por hecho, Esther.
–No he terminado. -dice ofendida.-
–Lo siento. -me disculpo yo.- Continúa.
–Bueno, al final me di por vencida buscando y ese mismo día debía hacer turno extra en la cafetería. Sirviendo las mesas vi un rostro que me resultó bastante familiar. Cuando me acerqué a anotar el pedido, decidí dejarle caer algo sobre si nos conocíamos. Y, adivina quién era.
–Pues no tengo ni idea. Dímelo tú.
–David. ¿Lo recuerdas?
–¿David? Sí, claro. –digo con mucha inseguridad.–
–¿No sabes quién es, verdad?
–¿Sinceramente? Ahora mismo no tengo ni idea...
–Ya, claro. Olvidé tu amnesia. Bueno, déjame que te refresque la memoria. David también fue a Greysi, era uno de los mayores y compartía habitación con otros cuatro chicos, entre ellos Marc. Creo que recuerdas que Yolanda iba detrás de Marc, pero lo que probablemente no sabes es que Virginia estuvo liada con él.
–¿Con Marc?
–No. Con David. –en ese momento, recuerdo las palabras de Virginia. Decía que le parecía guapo, aunque no tendría nada con él.–
–Ya me acuerdo. Decía que le parecía guapo, aunque no le gustaba, según ella.
–Pues mentía. David me ha dicho que, una de las últimas noches se liaron, por eso estaban el último dia en las pistas con todos, Amber. Por dios, ahora lo entiendo, si antes de eso no las soportaba nadie.
–A ver. Me estoy perdiendo.
–Vale, voy a intentar explicarte solo hasta donde tu memoria pueda llegar. David me ha estado contando que todos los de su cabaña se intercambiaron los teléfonos, incluido Marc. También me ha dicho que quedaron un par de veces los cinco chicos, aunque ya lleva bastante tiempo sin verlos, unos cuatro años.
–Entonces, ¿tienes el número de Marc?
–No, pero tengo el de David. No sabía si querías que supiera lo que te pasa, así que me ahorré especificar preguntando por él solo, tampoco quería que pensara que soy yo la interesada. Entonces, lo que hice fue preguntarle que si había seguido en contacto con alguno, a lo que me respondió lo que antes te he dicho. Dice que no ha podido seguir en contacto con ninguno de ellos más porque tuvo que cambiar de número de móvil hace unos tres años y que, por lo tanto, también perdió todos sus contactos. Ya sé que no sirve de mucho esto que te he contado, pero quería que lo supieras.
–Gracias, Esther. –le digo, y me quedo un momento callada reflexionando lo que me ha dicho.– Espera. Si no nos sirve de nada, ¿por qué tienes su número?
–¿Qué? –pregunta nerviosa.– Pues no sé. ¿Por si acaso vuelve a saber de alguno de ellos?
–Esther...
–Vale, sí. –admite.– Pero es que no sabes lo bueno que está. Como cambia la gente con el tiempo eh...
–Bueno, mira. Tú has sacado algo bueno de esto, por lo menos.
–Tranquila, Amber. Lo encontraremos. Además... –empieza a decir cambiando el tono.– Parece ser que tú ya has encontrado a alguien... ¿no?
–¿Qué?
–No te hagas la tonta. El chico del teatro. ¿No me piensas dar dellates?
–Está bien. –me río.–Se llama César. Trabaja allí, dándole clase de música a los niños. Es alto, moreno, bastante mono y es directo, punto a favor.
–Vaya... Por lo que me cuentas, parece un partidazo.
–Pues, no sé. Ya te diré cuando quedemos. Pensaba llamarlo más tarde.
–¿Lo vas a llamar tú? Vaya, ¿dónde está la Amber que yo conozco?
–Vamos... tampoco es para tanto. Además, la Amber de antes ha pasado a la historia. Estás hablando con la nueva Amber, chica. –se ríe.–
–Bueno, te dejo. Si descubro algo más te voy informando. Ciao bella.
–Adiós, cuídate. Nos vemos pronto. –y cuelgo.

Paso toda la tarde ordenando mi apartamento. Cuando llega Sofía, decido hablar con ella. Ya que si va a seguir viviendo en Madrid, algo que ni ella creía que haría después de la universidad, lo mejor es llevarnos bien, tenemos muy poca relación.
–Hola, Sofía. ¿Qué tal? –me mira extrañada y me regala una sonrisa un poco forzada.–
–Amber... -dice, coge algo de la nevera y se dirige hacia su cuarto.–
–Oye, ¿qué haces hoy?
–Nada. Probablemente ver una película y dormirme temprano. –me mira y yo le sonrío.– ¿Te pasa algo?
–No, nada. Bueno... si quieres podemos ver esa película las dos aquí, el salón es más espacioso, ¿no?
–Vale... ¿por qué quieres hacer planes conmigo? ¿Tú no tenías muchos amigos?
–No. Bueno, sí, pero no muchos. A ver, creo que tú y yo no tenemos demasiada relación. Y creo que, ya que vamos a vivir juntas por un tiempo indefinido, me gustaría que fuésemos más amigas. Creo que eso hará la convivencia más fácil, ¿no crees? –ella me mira atenta, no dice nada y continúo yo hablando.– Bueno entonces... ¿Vemos esa película?
–Como quieras. Pero, ¿Estás segura de que te gustan el tipo de películas que yo veo? –dice riéndose, y yo me quedo más aliviada por la liberación de tensión.
–Sí, sí. A mí me encantan las películas con sangre, vampiros, espíritus y asesinos en serie. –sonrío.
–Genial. –dice ella.– Pues voy a buscar alguna. ¿Haces mientras palomitas?
–Claro. –digo sonriendo, y me dispongo a ello.

Greysi. El sueño de un campamento de verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora