Introducción al Desastre

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ADVERTENCIA: Ésta historia contiene lenguaje soez, sexo explícito, violencia y dolor emocional.
Los personajes utilizados le pertenecen a Kouhei Horikoshi de su obra Boku No Hero Academia. La portada pertenece a su autor.
Disfruten.

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Miel. Almendra. Hierro. Madera. Pelo rubio como el sol, y rubíes como color de ojos. Piel nivea, cuerpo fuerte y masculino, espalda ancha definida y gruesa. Voz como el feroz bramido de un oso, ronco y profundo. Él es como un estallido de aromas a cada paso que da. Es como una explosión de colores que me hizo sentir vivo desde su día cero, en este mundo. Su nombre extraño resonaba en mis oídos, aquella primera vez que me vio y me sonrió. Alumbrándome con ese gesto casto y gentil. Es un sol en mi noche eterna.

Siempre hermoso, siempre cariñoso.

Mi aspecto para él siempre fue lo de menos. Mi piel con vitigio, mis garras, mis orejas y ojos animales, para él siempre un signo de fascinación y asombro. Fue mi mejor amigo, mi única amigo. Él sabía que lo cuidaba aún cuando ya no me veía como siempre. Salía de su hogar en uniforme escolar y miraba hacia la casa de al lado, mi casa, y sonreía pronunciando mi nombre, dejando una estela de madera humeante en mi nariz con cada paso. Cada mañana, cada tarde, cada noche, él me llamaba y se resignaba a no volver a verme. Rogando con sus ojos un poco de atención.

"Un poco, sólo un poco"  repetía.

Y sin embargo, a la mañana siguiente él dejó de hacerlo. Pasó un año. Dos. Un chico de olor pútrido. Sus sonrisas ahora le pertenecían a él.

Hasta una noche que salió a escondidas, volvió a mirar a mi casa.

"Eijiro, por favor."

Me negué, en un arranque de celos. En un arranque de sentir su celo floreciente para otro. Él ensombreció y se fue bajo la ausencia de la luna.

Toda esa belleza. Todo corrompido ante mi. Su piel y ropas razgadas, su cuello destrozado. Su aroma intacto. Lo levanté de ese terreno baldío donde lo abandonaron y caminé con él en brazos; las lágrimas caen y resbalan en su pecho desnudo.

Mi casa nos recibe y él despierta en un ataque de hambre voraz que me deja sin aliento y sin ganas de detenerlo.

Sus colmillos de clavan en mi gruesa piel, mis garras aprietan su carne que poco a poco, sana. Sus ojos son tan profundos como mi cabello, y sus labios se encuentran con los míos en una danza salvaje y explosiva de rojos. Rojo como él, como mi piel. Rojo como su ropa manchada de sangre y su virginidad corrompida. Rojo de ira, de cólera y rencor.

"¿Por qué no viniste antes por mi?".

Lloro en sus labios. La culpa es el perfume más asqueroso que existe. Y estoy bañado en ella.

Perfume RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora