Un villano de temer
El celular de Jack no paraba de sonar en el bolsillo de su chaqueta. Lo tomó en su mano y atendió la llamada al ver que era Mackenzie Reynolds.
—Reynolds —contestó atrapando el aparato entre su hombro y su oído izquierdo.
Eran las seis de la tarde y Jack estaba cepillando los asientos en el estacionamiento del Departamento de Policías de Detroit; habían comido donas en su tiempo libre y las migas se esparcieron por todas partes. O'Bryan estaba anotando algunas cosas en un cuaderno, sobre el techo del coche.
Tanta paz solo presagiaba una gran tormenta. Ese mañana se hicieron un par de emparedados de queso con un vaso de jugo de durazno y se dieron una ducha, juntos, piel con piel, diciendo tonterías en relación a la noche anterior; jugando de mano como dos adolescentes enamorados que buscaban molestarse entre sonrisas. Luego se vistieron y Jack condujo hasta el trabajo en su querido Firenza. Se subieron al patrullero e hicieron diferentes recorridos, sin encontrar nada interesante más que denuncias, peleas callejeras y conflictos entre vecinos. Clyde insistió en dar una vuelta por el barrio del almacenero impertinente, porque quería asegurarse de que todo estaba en orden. Se encontró un grupo de niños que jugaban baloncesto y se bajó a saludarlos, jugó con ellos unos minutos mientras Jack se encargaba de atender la radio y luego les dio un discurso sobre ponerle empeño a su educación para que pudieran valerse por sí mismos algún día y no convertirse en delincuentes. Al terminar volvieron al estacionamiento, sin mencionar nada con respecto a lo que había entre ellos. Algo le decía a Clyde que Jack había cambiado su zona segura; estaba manso como un perro doméstico, ni siquiera se había insinuado ni una sola vez desde que dejaron el apartamento.
—Tengo que hablar contigo, a solas. Sube a mi oficina en cuanto puedas —dijo ella con seriedad.
—Bueno... Voy enseguida, subiré en cuanto termine de limpiar el coche —explicó.
—Te espero —contestó y cortó la llamada.
Clyde lo miró con curiosidad, pidiendo algún comentario sobre la llamada.
—No es nada, Reynolds quiere decirme algo y quiere que suba a su oficina.
Jack guardó el celular un poco nervioso y asustado. Esperaba que fuera para hablar de los ascensos que se rumoreaban, sin embargo otra parte de él pensaba en todas las situaciones que se habían generado en el estacionamiento. Se sentía culpable de estar omitiendo todo lo que estaba pasando con quien era su mejor amigo de la infancia. Además, desde que puso en funcionamiento su celular, tenía discusiones bastante acaloradas con Rachel sobre el divorcio y su hijo. Eso estaba taladrando su mente. Quería apagar el aparato, ignorarlo o bloquearla y no podía, tenía miedo de no contestar y que ella lo pusiera peor. Esperaba por su abogado, quien todavía no se comunicaba con él por el asunto del divorcio. También esperaba tener su día libre para poder hablar con su madre. No mencionaría a Clyde, eso podía esperar. Salir del closet no era una prioridad en un momento tan delicado, su padre lo aterraba. Siempre lo había mirado con orgullo, pensar en perder eso le revolvía el estómago. Luego miraba a Clyde, pensaba en la noche que había pasado con él y se mordía los labios; se sentía sexualmente satisfecho por primera vez en muchos años. No solo lo llenaba como amigo, sino como amante.
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Héroe: prohibido olvidar quién eres.
Ficção GeralLa rutina había arrastrado a Jack a una vida monótona, alejándolo de sus sueños; convirtiéndolo en un hombre infeliz, atrapado en una situación familiar que muchos no se atreven a contar por miedo a ser humillados; hasta que llega un nuevo compañero...