—¿Qué te sucede? Si algo te molesta podemos hablarlo —dijo Rachel al ver la seriedad instalada en el rostro de su marido.
Jack estaba sentado en el sillón de la sala, con el ceño fruncido y la vista perdida en el televisor.
—Ya te dije que estoy bien, no me está sucediendo nada —gruñó.
La misma contestación, con la misma actitud por tres días consecutivos. Rachel sabía que nada estaba bien; alguna cosa lo estaba molestando. Era extraño, ya que la relación entre ambos había mejorado bastante desde el regreso de Jack. Incluso trató de repasar sus acciones en los últimos días, para asegurarse de que no había hecho nada que arruinara ese progreso. No quería insistir demasiado; él nunca exteriorizaba sus problemas. Tampoco se insinuaba para tener relaciones sexuales, como lo hacía antes, porque Jack no demostraba estar de ánimo; ni siquiera en los primeros días después de su vuelta a casa, lo que dejaba en claro que no todo iba tan bien como parecía.
Lo que Rachel no sabía era que Jack no toleraba ver a Clyde besándose con su nuevo novio en la puerta del Departamento de Policías. Todos los días tenía que ver cómo lo llevaba al trabajo por la mañana y lo iba a buscar al terminar el turno, en su enorme moto; con esa sonrisa blanca e inmaculada, diciéndole "¿Cómo te fue hoy, mi amor?". A cada hora algún diablo malvado, en su mente, ponía la imagen de su "Clay" en la cama con ese tipo, con ese extraño bien parecido que no tenía nada que envidiarle. Eso no lo dejaba dormir, no aceptaba el hecho de que Clyde había renunciado a él tan rápido; pero luego esa maldita voz de la consciencia le recordaba que él había renunciado primero, por miedo a seguir adelante. Se levantó del sillón sin dar explicaciones y tomó su chaqueta.
—Me voy al bar... —anunció.
Rachel no discutió, se quedó maldiciendo por dentro al sentir que la situación se le iba de las manos, y recordando la raíz de sus problemas matrimoniales. Debía darle su espacio, no podía poner el grito en el cielo y exigirle que se quedara, que fuera responsable con el dinero de la casa. No debía reprocharle por otras mujeres. Se convenció de que no era por ella, o porque ya no la quería. Hizo catarsis una y otra vez mientras Jack tomaba las llaves del coche.
—No vuelvas muy tarde —fue lo único que se le ocurrió decir.
—Sí —contestó Jack.
Nada más, luego escapó de su jaula tan rápido como le daban las piernas, con un nudo en la garganta. Quería gritar, llorar, darle patadas a las ruedas del Firenza; lo que sea que lo rescatara de aquel estado de angustia constante. Los días pasaban y en vez de sentirse bien porque hacía lo mejor para todos, porque su relación con Rachel había vuelto a ser lo que alguna vez disfrutaron, sentía que se estaba muriendo por dentro. El Jack que él quería ser se había quedado en un apartamento de Detroit; y pensar eso lo hacía sentirse egoísta, lo torturaba, porque amaba a su hijo, pero no quería estar allí con su madre. Quería ser el hombre que iba a buscar a Clyde, que lo besaba sin culpa frente al trabajo y que seguramente cenaba con él entre risas; el hombre que le estaría haciendo el amor mientras él se ahogaba en un vaso de vodka.
Se fue a un bar cercano, dejó el coche estacionado y acabó sentado ante la barra, con los ojos enrojecidos e hinchados. Le dijo al bartender que dejara la botella junto al vaso, necesitaba tomar hasta convencerse de que era la peor persona del mundo, quería hacerse daño mientras repasaba todos los cuestionamientos y situaciones que debería sufrir por parte de su familia si elegía ir detrás de Clyde. De todas formas, ¿hasta cuándo le iba a ocultar a su esposa que no podía sostener una erección?, ¿hasta cuándo iba a tratar de tener sexo con ella pensando en Clyde?
—¿Qué pasó, amigo? Te ves horrible... —dijo el bartender apoyándose sobre la mesada.
—Soy un puto de mierda, eso me pasa, que soy un puto de mierda y tengo una esposa que no me puedo coger, y un hijo al que no voy a volver a ver si me voy de casa —soltó arrastrando las palabras, con las mejillas empapadas en lágrimas—. ¿Por qué no puedo simplemente hacer lo que se me da la gana?, ¿por qué no puedo estar con él sin que nadie me esté cuestionando? ¡Quiero desaparecer a la mierda de todo!
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Héroe: prohibido olvidar quién eres.
Ficção GeralLa rutina había arrastrado a Jack a una vida monótona, alejándolo de sus sueños; convirtiéndolo en un hombre infeliz, atrapado en una situación familiar que muchos no se atreven a contar por miedo a ser humillados; hasta que llega un nuevo compañero...