Capítulo 21.

103 14 9
                                    

Narra Rubén:

Un día más había pasado y no podía creer lo que pasó la tarde anterior, me era difícil comprender que mi querido Mangel, mi más grande amor, me permitiera formar parte de su vida y tener la posibilidad de conquistarlo; estaba tan feliz que cuando desperté mi estado de ánimo ni siquiera se vio afectado por los ladridos de los perros vecinos.

Cuando llegué a la escuela tenía con una gran sonrisa adornando mi rostro, saludaba con entusiasmo a cuanta persona se cruzara por mi camino, incluso a algunos los saludaba chocando las palmas. Estaba muy feliz, pero en cuanto mis ojos se toparon con la persona que más esperaba ver, sentí una especie de resurgimiento nacer desde mi interior. Mi Mangel estaba en frente de su casillero sacando y metiendo algunos libros, su cabello estaba especialmente peinado ese día y brillaba reluciendo su castaña cabellera; sus lentes denotaban una limpieza excesiva ya que no se divisaba ni una sola marca de suciedad en ellos. Sus labios fulguraban de una manera tierna y candorosa, alentándome a besarlo con ímpetu hasta desfallecer.

– ¡Miguel! — me paré a su lado recargándome en el casillero contiguo, con una expresión que definía por completo mis sentimientos en ese momento.

– Ru-Rubén, ¿Q-qué haces aquí? — su ingenuidad sólo me provocaba más ganas de poseerlo sin piedad.

– Por si no lo recuerdas, vamos en la misma escuela, querido.

– Ay, no me refiero a eso. Me refiero a… ¿Qué haces conmigo en este lugar y momento? — susurró la última frase.

– Miguel, te dije que haría todo lo que estuviera en mis manos para cortejarte. Entonces, eso estoy haciendo.

Se sonrojó ante lo que dije y en seguido me cubrió la boca con su mano.

– Shh, no hables tan fuerte. Alguien te puede escuchar.

– ¿Y qué si alguien me escucha? Desde que quise tener una relación contigo, decidí no dejarme guiar por las opiniones de los demás. El qué dirán no me importa en absoluto, la única opinión que me importa es la tuya.

No habló durante algunos segundos pero poco después lo hizo.

– Como sea. ¿Qué quieres?

– ¿Te gustaría que al rato comamos juntos?

– Pues…

– ¿O prefieres que nos comamos juntos? — alcé las cejas con picardía y recibí una seña obscena en respuesta — podemos ir a un restaurante que está cerca de aquí, ¿Te parece?

– Mmm… de acuerdo.

+++++

– ¿Ahora sí ya sabes qué vas a pedir, Miguel?

Estábamos leyendo el menú del restaurante en el que planeábamos comer, pero Mangel estaba demasiado indeciso al respecto.

– Esto es tan difícil, hay demasiadas opciones… ay, no sé, pediré lo mismo que tú.

Mientras esperábamos nuestro pedido, platicábamos un poco acerca de cosas banales, hasta que Mangel me hizo una pregunta que me descolocó un poco.

– Rubén, ¿Desde cuándo estás enamorado de mí?

Él permanecía bastante sereno, yo, por el contrario, estaba un poco sorprendido ya que no creí que él quisiera abordar este tipo de temas; sin embargo, le respondí con total sinceridad.

– Desde siempre — ahora el sorprendido era él.

– ¿Desde siempre?

– Por supuesto.

– …

– …

– No te creo.

– No me creas.

– ¿Y por qué si siempre me has amado me has tratado de la mierda?

– Bueno, es que, antes trataba de ocultar en la medida de lo posible mi sexualidad, entonces para que nadie sospechara te traté mal — permaneció pensativo unos segundos y más tarde habló.

– Eso no tiene sentido.

– Aunque ahora que tocamos el tema — me miró con atención – en realidad antes sólo me gustabas y quería follarte — iba a agregar unas palabras más hasta que Mangel me interrumpió.

– Eres un idiota — hizo el ademán de levantarse de su silla y marcharse, pero yo lo detuve con mi mano sosteniendo su muñeca.

– Miguel, no me dejaste terminar. Permíteme concluir mi oración — permaneció sentado y me miró impaciente.

– Habla.

– Antes sólo te quería follar, lo reconozco, pero cuando nos besamos por primera vez, me enamoré de ti. Nuestro primer beso fue la melodía más dulce que nuestros labios pudieron emanar, fue la primer muestra de cariño más tierno y puro que tuve. En ese momento me olvidé completamente de mis intenciones lujuriosas — me miró incrédulo – bueno, sólo un poco; pero desde entonces no quiero perjudicar tu belleza sin igual, desde entonces no quiero tener sexo contigo — me dirigió una mirada un tanto decepcionada – porque desde entonces lo único que quiero es hacerte el amor.

No dijo nada durante algunos segundos, pero yo rompí el silencio al darme cuenta de algo.

– Miguel, ¿Estás llorando?

Sin duda alguna estaba llorando. Se vio tan lindo tomando una servilleta para limpiarse las lágrimas, tratando de disimular su vulnerabilidad.

– Jódete, ¿Quién está llorando? — su necedad me daba mucha ternura, cada vez descubría más facetas de Mangel, y cada una de ellas me encantaba.

– Pues tú.

– Claro que no.

– Claro que sí.

– Que no.

– Que sí.

Y de esta manera continuamos “discutiendo” hasta que llegó el mesero con nuestra comida.

¿Empezamos de nuevo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora