Capítulo 18.

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Narra Mangel:

Permanecí un largo rato sentado en un columpio del parque mientras no dejaba de pensar en lo que acababa de pasar con Rubén, así como mis súbitas reacciones adversas. No comprendo su deseo por humillarme de esa manera, qué había hecho yo para merecer tal castigo de la vida. Sin darme cuenta, creo que me he sumergido en una fosa abisal en la cual no encuentro la luz que me ayuda a salir de ella.

Después de un tiempo, divisé la figura de la persona que menos deseaba encontrar, Rubén. Se había sentado debajo de un árbol, parecía cansado, se notaba que había corrido un largo tramo ya que gotas de sudor se asomaban por su playera, dando lugar a grandes manchas. Por un tiempo no hacía nada más que ver un punto fijo que podría ser cualquier cosa, pero de un momento a otro comenzó a llorar estrepitosamente. Sentí un poco de pena porque se le notaba realmente mal, a pesar de no saber con exactitud la razón de su actual estado de ánimo.

De repente, como por obra del destino, el cielo adaptó un tiempo similar al de Rubén; parecía como si fuera a caer un diluvio, que se entremezclaba con las lágrimas de Rubén. Estaba a punto de irme para no coger un resfriado, pero me detuvo la imagen de una mujer unos pasos detrás de Rubén que lo miraba atentamente, carente de una alguna emoción en su rostro. Después de unos minutos se acercó lentamente a él pero no dijo absolutamente nada, tan sólo acercó su paraguas para cubrirlo de la torrencial lluvia. Cruzaron algunas palabras y luego de un rato se fueron caminando juntos.

Me confundió demasiado aquella escena, pero no me extrañé por demasiado tiempo con el pensamiento de que posiblemente ella podría ser una amante suya que se lo encontró de casualidad. Con esta idea en mente, opté por ir a mi casa, a sabiendas de que recibiría un severo castigo al regresar.

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– ¡Miguel Ángel Rogel Ruiz! ¡¿Por qué llegas a esta hora?! ¡¿Por qué no estás en la escuela?! ¡¿Y por qué estás tan mojado?! ¡Habla, coño!

De camino a casa iba pensando en aquella misteriosa mujer que acompañó a Rubén, y sin darme cuenta, una sensación de agonía se esparció por todo mi ser en el momento en que ingresé a mi hogar, nada de esto habría pasado si yo nunca hubiera decidido salir a ese estúpido bar gay, o mejor aún, si nunca hubiera nacido. No pude reprimir mis sentimientos y rápidamente me invadió una oleada dolor, que se manifestó en forma de llanto. Mi madre primero se extrañó por mi actitud y enseguida se preocupó, mostrándome la calidez de su maternidad, acogiéndome en un fuerte abrazo.

– ¿Qué tienes, hijo? ¿Qué te pasó? Sabes que puedes contarme lo que sea.

Pero yo no dije nada, tan sólo lloré y lloré, y ella respetó mi espacio, únicamente se dedicó a abrazarme y frotarme la espalda en forma de consuelo. Después de un largo rato, dejé de llorar y mi madre me soltó.

– Primero ve a darte una ducha y después me cuentas qué pasó, ¿De acuerdo?

Sólo asentí con la cabeza y me dirigí a mi habitación para posteriormente quitarme la ropa y darme un baño con agua caliente, pensando la manera en que le explicaría a mi mamá lo que había sucedido, aunque sinceramente no siquiera yo lo sabía, o por lo menos aún no terminaba de entenderlo.

Cuando hube terminado de bañarme y cambiarme la ropa, mi madre tocó la puerta de mi cuarto y al recibir una respuesta afirmativa de mi parte, entró y se sentó a un lado mío en la cama.

– ¿Entonces?

Suspiré y comencé a relatarle a mi madre lo sucedido, excluyendo todos los detalles sexuales, por supuesto, pero incluyendo la reciente y extraña escena en el parque.

– … ya veo…

– …

– …

– ¿Es todo lo que vas a decir?

– …

– …

Después de un largo rato, finalmente se dignó a hablar.

– Hijo, ¿Qué es exactamente lo que sientes por Rubén?

Pensé que me haría alguna de sus preguntas pícaras, o se burlaría de mí como era costumbre, pero en ese momento realmente adoptó la postura de una madre que escucha a su hijo con el corazón roto a causa de su primer amor, aconsejándolo con sinceridad y tacto.

– Y-yo… n-no, no lo sé.

Me lanzó una mirada cargada de comprensión y cariño y comenzó a hablar.

– Cuando yo me enamoré por primera vez y me rompieron el corazón, pasé por una situación similar a la que estás pasando; aquel hombre sólo me utilizó para satisfacer sus necesidades y luego me desechó como si no valiera nada... Aquel hombre era tu padre.

Al escuchar la palabra padre sentí que lo que mi mamá estaba diciendo iba con una intención seria, ya que nunca antes había mencionado absolutamente nada del hombre que me procreó, así que le presté una especial atención a sus palabras.

– Más tarde conocí a un hombre que se ganó mi más grande cariño. Él se convirtió en el amor de mi vida, después de ti, claro. Tú no lo recuerdas porque sólo tenías tres años, pero durante el tiempo que estuvimos juntos él te cuidó como si fueras su propio hijo. Lamentablemente él murió en un accidente de tráfico y desde ese entonces no he tenido otra pareja estable. A lo que voy con todo esto, es que he tenido tres ejemplos de amor importantes en mi vida: el primero siempre serás tú, mi amor incondicional, por lo que daría mi vida entera; el segundo es tu padre, la representación de las mentiras y engaños, y el tercero es el símbolo de la madurez y sensibilidad. Por lo que acabo de escuchar, Rubén no me parece una mala persona, tan sólo un chico que tiene sentimientos confusos por ti y no encuentra la manera correcta de expresarlos, por lo que él no quedaría clasificado como la representación del engaño, pero tampoco como madurez. Si Rubén es la persona que necesitas en tu vida, nadie más que el tiempo lo dirá, pero tal vez te preguntas dónde puede clasificarlo a él, bueno, si realmente lo amas y el sentimiento es recíproco, nadie más que tú sabrá de qué manera clasificarlo, pero lo que sí te puedo decir es que con el tiempo él podría llegar a convertirse en el símbolo de la madurez y sensibilidad, solamente si ambos logran admitir sus sentimientos y logran salir adelante a pesar de cualquier adversidad que se cruce en el camino. Nunca tomes estas decisiones sin consultar primero a tu corazón y luego consultar con tu cerebro, es decir, déjate llevar pero mantén los pies en la tierra. Por otro lado, no deberías de sentirte agraviado por la chica con la que viste a Rubén, ni siquiera sabes quién es ella, además, él se encontraba en un momento de vulnerabilidad por lo que es comprensible que alguien con un buen corazón deseara ayudarlo. En resumen, aclara tus sentimientos por Rubén, ten el valor para enfrentarlos, y lucha por él si es necesario… y controla tus celos, querido.

La última frase la mencionó con un pequeño tono de burla, pero sin perder esa pizca de conmoción maternal al darse cuenta de lo que estaba pasando con su pequeño. No dijimos nada más y simplemente nos dimos un fuerte abrazo, que era justamente lo que necesitaba en ese momento.

– Gracias, mamá.

Y teniendo un poco más claros mis sentimientos e ideas, decidí hacerle caso a mi corazón.

Voy a luchar por ti, Rubén. No me importa quién sea esa chica, no me importa quién se interponga en nuestro camino, ¡Yo voy a luchar por ti!

¿Empezamos de nuevo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora