Capítulo 22.

95 14 4
                                    

Narra Mangel:

Conversábamos, reíamos, nos entreteníamos juntos. En mi vida habría imaginado que me la pasaría tan bien con Rubén, con mi acosador, con mi pretendiente. ¿Cuándo había llegado a este punto? No lo sé, pero ahora ya no me importa, lo único que me interesa es conocerlo más y ver hasta dónde podemos llegar juntos.

– Tierra llamando a Miguel, Tierra llamando a Miguel, ¿Me escuchas? Mang… Miguel, te estoy hablando.

Salí de mi trance gracias al hombre que estaba frente a mí.

– ¿Qué? ¡Oh, lo siento! Me distraje un poco.

– ¿Un poco? Ay, Mang… Miguel, parece que te traigo loco.

Le enseñé el dedo medio y aclaré una situación de la que me acababa de dar cuenta.

– Por cierto, no es necesario que me digas Miguel, puedes llamarme por el apodo que me pusiste.

– ¿En serio? Pero dijiste que no te gustaba — recordó la vez en que dije que dejara de llamarme así y su estado anímico dio un giro bastante notable, ya que habló con un tono de melancolía.

– Bueno, técnicamente nunca dije que no me gustara, sólo dije que dejaras de llamarme así — me miró con ironía.

– ¿Y no es lo mismo?

– No…

– ¿Y por qué te pusiste así aquel día?

– ¿A qué te refieres con “así"?

– Pues, enojado.

Me molestó un poco el hecho de que no fuera capaz de darse cuenta del motivo de mi reacción es día.

– ¿En serio me preguntas por qué? Acababas de — hice una insinuación con mi mano y boca simulando un vaivén – y luego te veo besándote con otro. Me diste a entender que sólo me estabas utilizando, ¿Cómo podría no estar enojado? — esbozó una gran sonrisa – ¿De qué te ríes, idiota?

– Por supuesto que me di cuenta, Mangel. Tan sólo quería confirmar tus celos.

– Jódete, ¿Quién está celoso?

+++++

Ya había anochecido, el canto de las aves resonaba en la naturaleza exterior, la luna brillaba en su punto más alto desde la vía láctea. La noche era hermosa, pero no tan hermosa como el ambiente entre Rubén y yo. Más allá de gustarme, más allá de gustarle, la relación entre ambos era realmente única; nos llevábamos tan bien que el tiempo parecía fluir como un río sin fin, nunca me daba cuenta de cuántos minutos, cuántas horas habían transcurrido ya, pero eso no importaba, no me importaba el mundo en absoluto, tan sólo me bastaba que Rubén estuviera a mi lado y pudiera ser capaz de sacar todo el cariño que creí que pudiera tenerle a una persona.

Vagábamos por las calles tranquilamente hasta que de pronto una brusca llovizna se hizo presente sobre nosotros. Corrimos sin parar, como niños pequeños disfrutando de la naturaleza, sin detenernos ni un segundo a pensar qué hacíamos, tan sólo nos entreteníamos corriendo juntos.

Continuamos corriendo hasta que llegamos a mi casa y nos atajamos en el pequeño techo sobre la puerta.

– Mangel, jamás había disfrutado tanto la lluvia como ahora.

– Yo tampoco.

– Me encantó correr a tu lado.

Mis risas se detuvieron abruptamente al verlo acercarse tanto a mí, se denotaban sus intenciones, sin embargo, no me besó los labios como yo pensé que haría, tan sólo dejó un minúsculo y frágil beso sobre mi nariz.

– Desearía poder correr a tu lado para siempre.

No sé si fueron sus palabras o su hechizante mirada la que hizo que mi corazón se sintiera electrificado, con una sensación que jamás había experimentado, pero que sin duda alguna deseaba repetir.

– Yo también deseo correr siempre a tu lado.

¿Empezamos de nuevo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora