Prólogo

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—Entonces, me imagino que tienes muchas cosas que hacer.

—Así es amor.

—Bueno —da un largo suspiro— Supongo que iré a cenar solo en vista de que soy el único emocionado porque me voy a casar con el chico más adorable y atractivo del mundo.

Una risa pequeña asoma el rostro de Erick.

—No seas bobo —se sienta sobre sus piernas entrelazando dulcemente sus manos alrededor de el cuello de su prometido— Estoy feliz de tenerte conmigo —Susurra no sin antes darle un beso delicado en los labios.

La vida de Erick no podría, de ninguna forma existente o realista; ser mejor. Tiene todo lo que siempre soñó, su Empresa de turismo, una casa preciosa, una buena posición económica y al mejor novio, prometido, y pronto su esposo. Que lindo se escucha eso, decía todo el tiempo en su mente. Estaba comprometido con un ser humano maravilloso, en el que confiaba plenamente, donde el amor era recíproco y puro.

No le hacía falta nada.

—Bien, sentía una horrible presión en el pecho de ir a cenar solo.

—Nunca dije que iría —sonrió tímidamente.

Si bien era muy afortunado de tener su propia compañía eso implicaba un muy laborioso trabajo, es decir, al ser joven necesitaba muchísimos años para ser respetado en el negocio.

—Vamos, por favor, iremos a tu restaurante Italiano favorito.

—No, Jack, tengo trabajo y necesito terminar esto antes de nuestra boda.  —Resopla fuerte y mejor decide irse.

Las atracciones turísticas le fascinaban a Erick, de pequeño viajó por gran parte del mundo gracias a su padre que había fallecido recientemente hace seis años. Era buena gente, pero demasiado compulsivo en el trabajo, perfeccionista, exigente consigo mismo. Bueno, de alguna forma, gracias a su padre la Empresa tenía tanto éxito en la actualidad. Por otro lado su madre, era la persona más noble y bondadosa del mundo, cuando Jackson y ella se conocieron no paró de sonreír, era justo lo que quería para su hijo.

Desafortunadamente su padre no llegó a conocerlo, pero estaba seguro que, desde allá arriba, se sentía orgulloso y feliz por él.

Erick no era el típico hombre de negocios solitario y malhumorado, al contrario, todo el tiempo estaba sonriendo, ayudando a la gente que más lo necesitaba, estaba en proceso su nueva fundación para niños con condiciones por las que él nunca tuvo que pasar. Ni siquiera usaba traje y corbata en la oficina. Sólo una manga larga, pantalones a veces incluso de mezclilla y unos zapatos casuales. Así era Erick,  espontáneo, generoso, amable, dedicado.

Jackson tenía mucha suerte de tenerlo, pero para Erick, era totalmente diferente, él tenía muchísima suerte de tener a Jack en su vida.

Lo conoció en una expedición de arte y cultura callejera en Nueva York. Desde ese momento y hasta entonces habían sido los mejores cuatro años de su vida. Jamás imaginó encontrar a alguien como él.

Ni en sus más remotos sueños.

Cuando al fin terminó el papeleo tomó su celular, llamó a Jack, le dejó aproximadamente 10 mensajes y no contestaba.

Tenía un mal presentimiento, por esos días el tráfico era espantoso ¿Y si le había pasado algo?

No no no no.

Otra llamada, buzón. Dos llamadas más, tres, cuatro. Nada.

La presión en el pecho lo consumía ¿Qué era lo que estaba pasando que no lo dejaba en paz? Lo que sea que fuera, quería saberlo ya, ahora, no aguantaba más.

Y como si los deseos se hicieran realidad llegando a su casa lo descubrió. Su habitación, ruidos extraños, lo demás en silencio, un aire frío lo recorrió por las espalda, no quería abrir la puerta, las manos le temblaban. Abrir la manija, que era una actividad cotidiana tan natural en su día a día, se convirtió en la peor de las tragedias. La presión en el pecho nunca miente.

Jackson, otra chica, su cama, sexo.

—Erick —susurró apenas se dio cuenta de que él estaba presente, cuando Erick llevaba casi dos minutos ahí parado.

—¡Eres un asco! —cerró la puerta de golpe.

—¡Er, Er, regresa! —se escuchaba por detrás.

Corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron en el momento, porque francamente no se sentía capaz ni siquiera de articular una palabra.
¿Era real o era un simple mal sueño? Porque estaba pidiendo a gritos en su interior, despertar.

En el momento que subió a su coche vio por el retrovisor a Jackson, en sólo un bóxer, rojo de la vergüenza.

—Imbecil.

No se le ocurrió otro mejor lugar a donde ir que a la casa de Mey, su mejor amiga. La había llamado unos minutos antes para asegurarse que estuviera en casa, le contó un poco lo que había pasado, ella accedió así que iba en camino.

Estaba completamente trastornado, su prometido acaba de tener sexo con una tipa, en su casa, en su propia cama. Era la peor de las insolencias.

Mey sabría qué hacer, ella siempre tenía la solución a todo, siempre.

Aún así, el corazón le dolía, el estupido de Jack no lo merecía, pero dolía. A tres semanas de su boda de sueño ¿realmente le hacía esto? Era completamente imperdonable. Lo traicionó en tantas formas, su confianza, su futuro hogar, inclusive a su madre a la que le juro nunca romperle el corazón a su hijo. Vaya, cuánto duró su promesa. Lo peor es que le atormentaba el hecho de si esa era la primera vez que llevaba a la chica o constantemente tenía sexo descontrolado con quien se cruzara en su camino en su propia habitación. Sólo de pensarlo le producía asco. Habían tenido sexo una vez en esa cama, sin embargo no volvió a ocurrir porque los ideales de Erick eran tener sexo descontrolado hasta estar oficialmente casados, cosa que al parecer Jackson no pudo respetar.

Se limpió bruscamente las lágrimas calientes que quedaban en su mejilla, no tenía que llorar por un imbecil, no iba a perder su dignidad así, menos por alguien que valía tan poco.

—¡Mey! —al entrar se lanzó sobre ella con un sollozo ahogado, ella lo entendería, no tendría que fingir que no dolía y que era fuerte porque justo en ese momento estaba lejos de serlo.

—Es Un idiota Er, no te merece, ni un poco, aún no puedo creer lo que hizo. —acarició su cabello y con la otra mano lo consolaba pasándola por su espalda.

—Lo sé, pero éramos tan buenos juntos, en serio creía que estábamos hechos el uno para el otro —la abrazó más fuerte.

—Aún te falta mucho por vivir —lo miró directo a los ojos— Además siéntete dichoso de que te libraste de una persona así, él podrá acostarse con mil chicas, tener sexo alocado, pero nada va a compararse contigo, ni siquiera el sexo, no sabe lo que se pierde.

—Eso lo sé, pero ahora no sé qué hacer, me siento mal, no quiero verlo.

La chica morena pensó por un Segundo, una risa curva pasó por su rostro.

—¿Y si te vas de viaje?

—¿Viaje? —lo pensó—, no, no creo que sea una buena idea, no se me ocurre a dónde ir.

—Podrías ir a San Francisco, hay una exposición de arte con música callejera, justo lo que necesitas.

—No lo sé Mey, huir de mis problemas no es la solución.

—Pero Jackson no es más tu problema, tu vida ahora tiene que iniciar de nuevo, desde cero.

—Sí —dudó— Pro-probablemente tienes razón, voy a pensarlo, mañana te aviso.

—Me parece bien Er —asintió sonriendo— Ahora vamos, hice pizza casera.

A Mey la conocía desde hace 8 años, era la voz de la razón siempre podía contar con ella. Era una excelente idea, viajar, una oportunidad indicada con exactitud para el momento por el que estaba pasando. Ella tenía mucha razón.

Las ideas de Mey siempre eran muy buenas.

La mansión y el Legado. Where stories live. Discover now