A medida que pasaban los días de remodelación, Joel demostraba ser mucho más eficiente de lo que Erick creía. Estaba lleno de cultura, curiosidad y simpatía.
—A ver dime algo que no sepa, Don "lo sé todo".
—Yo nunca dije eso, pero gracias —sonrió— Esto es algo que muy seguramente no sabes.
—¿Qué cosa?
—El nombre del museo es especial, es Serbio.
—No conozco muy bien el idioma.
—No te preocupes, yo tampoco —admitió— se le llama así al sentimiento de unidad con el universo derivado de los placeres más simples —suspiró y miró de reojo el reloj en su muñeca— Ya es un poco tarde, deberíamos darnos prisa.
Apresuró el paso pero Erick seguía inmóvil.
—¿S-señor?
—¿Qué? —reaccionó de golpe, atónito.
—No, es que, se quedó parado y parecía que no me escuchaba, le dije que si apresurábamos el paso porque ya es un poco tarde.
—Es que eso fue genial. Lo decía de broma cuando pedí que me sorprendieras.
—Oh, y-yo no tenía idea, creí que iba en serio. De todos modos, no fue algo relevante.
—Por supuesto que lo fue ¿Cuántas personas, específicamente turistas, conoces que sepan hasta el significado de el nombre de su Museo? que por cierto es Serbio.
—No sea exagerado —se sonrojó un poco pero pasó delicadamente la mano por su cara, tratando de sonar un poco más indiferente —Lo aprendí hace mucho mientras iba a cursos de lenguaje, idioma y comunicación.
—Fue genial.
—No —bufó— sólo fue lo típico que digo cuando vienen los turistas, en especial en San Valentín para los enamorados.
—¿Vienen muy seguido?
—Bastante, el otro día vino una pareja por su luna de miel, me sentí afortunado de ver el amor real y puro como me lo habían contado en vivo y en directo. —inconscientemente Erick lo miraba tan atentó que le costaba evitar la cara de admiración que ponía cuando Joel decía una palabra. Pero el tema de las parejas, matrimonios, lunas de miel, amor, aún no eran de toda su comodidad.
—Eso es muy lindo.
Claramente no se sentía aún capaz de hablar de el tema del matrimonio pues la decepción de su muy fallida relación con Jack era reciente, y por más que trataba superar ese trago amargo, aún le resultaba tentador llorar.
Joel en pocos días le había enseñado mucho más de lo que se supone que esperaría de un guía turístico profesional que él insistía, no era.
Pero claro que lo era, eso, o Joel realmente amaba su trabajo.—No es por ser descortés y cortarte la inspiración pero tengo mucha hambre.
—Ah sí, lo siento, bueno, supongo que no sabes mucho de restaurantes por aquí.
—Tú eres guía turístico —afirmó.
—Del Museo, aunque, pensándolo bien —reprimió una sonrisa— Hay un local no muy lejos de aquí, que seguro amarás, yo lo hago.
—¿Es Italiano?
—¿Qué? No, estamos en San Francisco.
—No me refería a eso —respondió obvio— ¿Venden comida Italiana?
—No, siento decepcionarte, mi tipo de comida es mucho más simple que eso.
Al notar su decepción el menor se sintió un poco mal por ello, si Joel tenía dos trabajos por día era lógico que no iría a restaurantes caros, que estupido era al haber dicho eso.
—No, no, no importa, mi hambre va más allá de cualquier comida sofisticada.
—¿Seguro? Hay grasa, ruido y pocas mesas.
—Si hay comida todo está bien —asintió.
El camino hasta el dichoso local fue un interminable stand up de chistes muy malos de Erick y grandes carcajadas de Joel.
—Bueno, llegamos, bienvenido a El Mariachi.
—Ya imaginaba que sería algo como esto.
Era muy, mexicano, esa era la única palabra con la que Erick podía describirlo, el local tenía un sombrero de Mariachi en el anuncio, un color rojo muy chillante, ruido, risas, cerveza. Todo lo que no encajaba con él.
Al entrar ni siquiera supo que pedir, estaba hambriento y sabía por su viaje a México del año pasado que todo era delicioso ahí.
—A mí me da unos tacos ¿Y a ti Erick?
—Lo mismo.
—Dos órdenes de tacos para comer aquí —anotó la señorita— ¿algo de tomar?
—Refresco —contestaron ambos.
Asintiendo la camarera se fue con el pedido dejándolos solos de nuevo.
—Bueno Erick, he comprobado mi teoría.
—¿Teoría? —frunció el ceño.
—Sí, los chistes malos siempre van a dar más risa que los buenos —y soltó la carcajada que estaba soportando.
—Que chistoso —dijo con sarcasmo y le dio un pequeño golpe en el hombro.
—Al menos me hiciste reír, gracias.
—A la orden.
—Gracioso que seas mi jefe y digas "a la orden" no lo hagas por favor, es perturbador.
—Nada más perturbador que este lugar.
—Oh vamos, es genial —bufó.
—Huele a cerveza y aceite quemado.
—Y a chile —añadió.
—Y a chile —afirmó.
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La mansión y el Legado.
FanfictionUn museo antiguo puede tener el más Preciado e inescrutable Legado jamás antes conocido.