Capítulo 4

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Era media mañana cuando Flor escucho el timbre, estaba calentita rodeada por los brazos de Anthony, tratando de salir de ellos sin despertarlo. ¡Quien era tan insistente!

Anthony rodo un poco y pudo salir, caminando como zombi hacia la puerta.

–¡Ya voy, ya escuche, deje de tocar!

Por supuesto abrió sin mirar de nuevo, realmente debería acordarse de hacer eso. Al abrir la puerta se encontró con German que la miraba azorado, siempre ruborizado.

–Buenos días señorita. Hoy es día de mercado, le traje las cosas que me pidió. ¿Paso para guardar lo de las alacenas?

–Claro, me había re olvidado que hoy venias. Pasa.

Ella avanzó y él la seguía de cerca, apoyo todas las bolsas en la mesada y empezó a sacar lo que iba en la alacena y lo que ella guardaba que era lo que iba en la heladera.

Los dos hacían esto en silencio, acostumbrados a hacerlo automáticamente. El chico la venia ayudando ya hace casi un año, así que sabía los lugares de todo.

–Le conseguí más ananá –dijo él.

–¿En serio? Muchas gracias German, siempre eres tan bueno conmigo, buscando mí pequeños caprichos.

Se ruborizó. –No hay problema señorita, siempre es un placer ayudarla.

Le dedicó una sonrisa y siguió guardando las cosas. Puso el banquito debajo de donde guardaba los fideos ya que ese lugar era más bajo y llegaba bien sin caerse.

–Mejor no lo haga, si se vuelve a caer es posible que se fracture algo, mejor deje que lo guardo yo.

–Pero si esto alcanzo bien, no creo que tenga problemas.

–¡Por favor si se hace daño Maricel me golpeará!

Flor puso los ojos en blanco. –Si por ustedes fuera, tendría que ir flotando por la vida.

–¡Deja eso! Lo guardaré por ti y ve a vestirte, debemos irnos después de desayunar.

Se dió vuelta y vió a Anthony sin remera, mostrando todos y cada uno de sus músculos a German y no se le paso en alto que si estaba sin remera y ella en pijama, le decía al chico que habían dormido juntos.

Anthony estaba bastante molesto. Flor tuvo la desfachatez de poner los ojos en blanco sin que el repartidor se diera cuenta. El chico parecía bastante sorprendido y también notó que lo miraba con ceño fruncido. ¡Maldito mocoso que se atrevía a mirar a su mujer como si fuera de él! Ayudándola en sus cosas y no permitiéndole que se lastime. Le demostraría que ya no estaba sola. Y que ya tenía quien la cuide.

Flor notó que Romeo estaba que volaba, se había olvidado de su pedido, pero era solo la costumbre, no lo había hecho a propósito. También notó que estaba a punto de mandar a volar a su repartidor. ¡Dios si se daba cuenta de quién era estarían en problemas!

–Gracias German, hoy puedes irte antes ya que me había olvidado que hay alguien que me ayudara, así que no te hagas problema.

–Pero si quiere puedo ayudarla no hay drama. ¡Si siempre lo hago! –ahora el niño lo miraba triunfante a Romeo. ¡Por el amor de dios! ¿Romeo tenía razón? ¿El chico estaba enamorado de ella?

Romeo la miró como diciendo que te dije y ella volvió a poner los ojos en blanco.

–Gracias German, será todo por hoy –se puso en la puerta haciéndole ver al chico que debía salir.

German de mala gana, salió por la cocina.

Romeo le dijo al oído: –Vete a cambiar, yo lo acompaño a la puerta.

El sueño de una RomeistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora