Capítulo 2

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Estaba como una autómata, no recuerdo ni como llegue a la camioneta, ni cuando empecé a llorar.

Ya en ella, subí a la parte de atrás con ayuda de Maricel, odio ser pequeña y que deba estar ayudándome todas las veces porque me queda muy alta.

Me puso el cinturón de seguridad como si fuera una niña, no como si tuviéramos la misma edad. Tenía razón todo el mundo, la sobreprotegía, pero entendía porque lo hacía. La amaba y no quería que nada la lastimara y la entendía tan bien como si fuera ella misma.

Subió al lado de Adrián y fueron para su departamento. A veces me miraba pero en este momento no tenía cabeza para hablar con ella.

Llegamos y me baje sin ayuda de ella esta vez. Me siguió. –¡Espérame un momento Adrián!

–No hace falta que te quedes, puedes ir con él, sin problemas.

Me sujetó el brazo. –¿Estas segura de esto Flor? Creo que debería quedarme esta vez, has pasado por mucho hoy.

No estaba de ánimos para hablar en este momento. –Vete ya hablaremos mañana. ¡Disfruta tú que puedes!

Maricel no se veía muy convencida.

–En algún momento deberás dejarme ocupar de mis problemas hermana, no estarás siempre ahí para ayudarme o solucionarlos. ¡Vete con tu amor, aprovéchalo que puedes!

–Si decides lo contrario solo llámame, que vendré rápidamente –se despidió con un beso y se fue con Adrián.

Los salude y entre a nuestro edificio. Ya eran las 1, así que estaba a oscuras, subí al ascensor, todo en piloto automático. No lo podía creer, había conocido a Romeo Santos, había hablado con él. ¡Lo había besado!

Nadie se lo creería y realmente había odiado a Maricel por interrumpirlos pero había sido lo mejor. Siempre tendría lo que había pasado entre ellos pero si pasaba más, quedaría demasiado dolida luego. Porque no era como otras fanáticas, no solo le gustaba sino que lo amaba, estaba muy segura de esto.

Recordaba sus besos y la forma en que la abrazó por último, deseando que se quedara con él. Lo deseaba tanto que nunca podría haber hecho eso, además para él solo era sexo, una más del montón, la gordita que se puso cachonda por él, nada más. ¡Una aventura más!

No se engañaba con respecto a eso, pero había sido tan fácil hablarle, bromear o coquetear, nunca se lo hubiera imaginado. Realmente era un hombre muy humilde. Como se había interesado en ella, preguntando por sus cosas. ¿Realmente cómo no amarlo?

Llego a su departamento. Y entró en este, ya que la llave la guardaban en un planterito que tenían afuera para estas emergencias. Vivían en un edificio de ancianos. Maricel siempre se reía del departamento que les había conseguido Adrián, no solo era muy lindo sino que era un edificio de jubilados, ningún muchacho joven para ellas, Adrián había dicho que mejor así, ya que no habría nadie olisqueando alrededor de su mujer.

Entre y fui directamente a mi habitación y me tire en la cama. ¡Dios estaba muerta! Agotada física y mentalmente. Estaba mejor, era como decía Maricel, debía estar contenta con que solo la hubiera mirado y no solo había pasado eso, la había besado y abrazado, hablado con ella.

¿Cuantas admiradoras podían decir eso? Creía que le costaría mucho dormirse, pero luego de quitarse su vestido y desmaquillarse, ponerse su pijama que solo eran unos shorts cortos a medio muslo y una remerita con tiras todo rosa y con corazones, se metió en la cama y se quedó dormida, mirando un poster enorme que tenía de su amor.

***

No podía creerlo. ¿Lo habían rechazado? ¿Una niña regordeta le había dicho no? Todavía se sentía aturdido por lo que habia pasado y seguía excitado. Maldijo a su hermana por interrumpirlo. Estaba a punto de tener a la niña y se le había escapado entre sus dedos.

El sueño de una RomeistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora