Capítulo 7

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Alguien golpeaba la puerta, estaban siendo muy molestos, miró a su florecita y estaba ida del mundo, la había usado en demasía, estaba totalmente apoyada sobre él, desnuda. Anthony sonrió totalmente agrandado. Lo había logrado, ya era suya, nadie se la iba a quitar y si lo intentaban, ya lo conocerían.

Era tan apasionada, un regalo para su vista, su tacto y su corazón. No era tan tonto para no darse cuenta que había sido tan especial porque no solo había sido sexo, sino que quería a la niña, estaba en problemas serios por eso.

Se conocía y su principal defecto eran los celos y ella, bueno lo ponía tan posesivo que sabía que habría problemas, en especial cuando la muestre en su vida. Por ahora nadie sabía, pero sus amigos pronto lo sabrían y ahí comenzaban los problemas y más con su carácter que era total y absolutamente confiada, en especial que creía que porque era regordeta era fea o no sexy. ¡Que equivocada estaba! Recordaba muy bien esos muslos regordetes, esos pechos y no sabía las armas que tenía y eso la hacía vulnerable, pero cambiarla... no se sentía bien, porque justamente eso era lo que le había llamado la atención, era lo que más le gustaba. Estaba en serios problemas.

Su mundo era cuando menos peligroso y sola... bueno nunca debería estar. La quería tanto, le gustaba, estaba total y absolutamente fascinado con ella. Había tenido su racha de mujeres hermosas, muy hermosas, pero para él, ella era la más hermosa de todas pero también sabía que su florecita nunca se lo iba a creer.

Golpearon de nuevo.

–Ya voy... ¡Deja de golpear!

La puso a su lado e inmediatamente abrazó la almohada. ¡Maldito si no lo enojaba eso! Era porque era evidente que dormía abrazada a esa maldita almohada con su foto. Lo bueno es que no se despertó. ¡Había usado mucho su cuerpito!

Ahora tendría que dejarla descansar un poco porque estaría adolorida. ¿Cuándo la podría tener otra vez? Tan solo verla dormir y ya tenía una erección. Sabía que tenerla no apagaría su fuego ¡Sino que lo triplicaría!

Se puso un bóxer y una bata y salió, dando una última mirada a su niña.

Por supuesto en la sala estaba Laila y Juan. Laila sonreía burlonamente.

–Ves Juan... ¿Qué te dije? Así caen los más poderosos...

Juan sonrió pero nunca lo miró. Malditos los dos.

Se sentó y miró a Laila.

–¿Ya terminaste o pensas seguir? ¿Algún comentario inteligente más? Estoy de buen humor así que te lo permitiré –dijo con los brazos cruzados con una actitud muy diferente a lo que decía.

–Ja ja. Realmente que divertida estoy. No sabes cuánto espere esto, que caigas y mal, lo sabía, sabía que sería así, lo que nunca me imaginé es que caerías con alguien como ella, tu gusto por las mujeres ha mejorado muchísimo, mi miedo era alguna rubia platinada sin cerebro gastadora de dinero. Ya hablando en serio... ¿La niña está bien? –lo miró preocupada.

–¿Crees que soy un animal o qué? –dijo ruborizándose porque la verdad sea dicha es que no había sido suave con su niña pero era porque lo exigía así. Le pedía más y más, siempre. ¡Dios debía pensar en otra cosa porque sino la tarde y la noche se haría muy larga!

–¿Quieres que te responda o lo dejamos así? –lo miró burlonamente. Poniéndose seria. –Debemos hablar de tu agenda, debes salir de acá a las 20 horas, el recital comenzara a las 21 horas en punto. No debe haber retrasos, hace demasiado calor como para hacerles esperar y ya hay muchas desde ahora en el estadio. Estamos a casi 40 grados y ya son las 18 hs. Según me dijeron estará un poco más fresco pero no mucho. Mande que entregaran agua fresca, no queremos ninguna muerta por el calor.

El sueño de una RomeistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora