Capítulo 22: Seductora Nata.

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—¿Desde cuándo esta tía sale con este? —pregunté a la nada mirando la pantalla de mi móvil. En una de las stories del Instagram, aparecía una chica subida a caballito encima de un chico y justo se estaban besando.

No tenía nada en contra de ellos era solo puro chismorreo, simplemente un día ese chico me llegó a gustar y no pensaba que acabaría saliendo con esa chica. Mi enamoramiento no duró mucho porque él ni siquiera conocía mi nombre.

Me sacaba tres años con lo cual yo para él era una niña.

Amores de la adolescencia.

Me aburría y no tenía otra cosa que hacer que cotillear en las redes sobre la vida de la gente. La plataforma de Instagram era una de las que más usaba aparte de Twitter claro, porque podía enterarme de todas las noticias que circulaban.

Era de noche y no había recibido ningún mensaje de Vicky, qué extraño, Vicky no podía estar ni un solo segundo sin darme la murga.

Cuando salí de la biblioteca lo único que hice fue saludar a Katia y subir a mi habitación. Empecé a reflexionar sobre lo que había descubierto hasta que se me puso un dolor de cabeza terrible haciendo que abandonara mis cavilaciones y bajara a la cocina a por un paracetamol.

Seguí mirando las stories hasta que una hizo que se me acelerara el pulso y me dieran ganas de estampar el móvil contra la pared.

Alguien había grabado un vídeo en el que aparecía Jessica dándose el lote con Cam. ¿Pasaba la noche conmigo, nos besábamos y luego hacía lo mismo con Jessica? ¡¿A qué narices estaba jugando?!

Llamé a la única persona que sabía con seguridad que conocería todos los rumores que circulaban por la ciudad.

Respondió al tercer tono.

—¿Noah? —¿Vicky de fiesta? No sé por qué no me sorprendía. Al menos la había llamado cuando aún estaba sobria.

—¿Está Cam por ahí?

—Sí —contestó—. Oye Cam es un gilipollas ya lo deberías saber, no es por ser mala amiga pero es un seductor de primera. —Se hizo el silencio en la línea—. No era de extrañar que se acostara con Jessica y menos que se besaran.

—Dime dónde estás, iré para allá y se enterará de que no soy ningún juguete con el que se puede jugar. —Sabía que todo lo que me había dicho Vicky era cierto aunque no pensaba que lo que había ocurrido entre nosotros hubiera significado tan poco para él.

«Él es libre de hacer lo que quiera con quien quiera», me recordó mi molesto subconsciente. «No sois nada, ni siquiera amigos».

Gracias subconsciente, consigues levantarme la moral con creces.

—Estoy a las afueras de la ciudad, no sé si deberías venir... —¿Por qué no podría ir? —¿Recuerdas dónde se hacen las carreras ilegales? —Sí lo sabía—. Pues allí estoy.

—Voy para allá.

Me calcé mis preciadas Converse negras y me dispuse a salir haciendo el mínimo ruido posible.

Me arrepentí de inmediato en cuanto puse un pie fuera de casa ya que hacía frío y solo llevaba una sudadera granate y unos vaqueros negros.

«Chica lista», mi fuero interno no se callaba ni debajo del agua.

Llamé a un taxi ya que no quería darle motivos a Katia para que me castigara por haberle robado el coche, el taxista me preguntó que a dónde me dirigía y le comenté la dirección que antes de colgar Vicky me había dicho, el señor me miró un poco mal, supongo que porque sabía qué era lo que se hacía allí, sin embargo arrancó.

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