Capítulo 33: Jaque Mate.

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No,  no podía ser verdad, todo esto tenía que ser una broma de mal gusto. Yo no era la descendiente de Katherine.

No podía serlo.

Mi madre era Hannah Brown, aquella que murió cuando tan solo era una niña y mi padre era alguien a quien no quería recordar.

—Eso no es cierto, mi madre es Hannah, Hannah Brown, no Katherine Price —repliqué furiosa.

—Que seas su descendiente no significa que necesariamente tengas que ser hija suya —contraatacó—. Hannah Brown también era descendiente de Katherine, pero a diferencia de ti, ella murió antes de que pudiéramos matarla.

—Pero Katherine se suicidó, ¿cómo es posible que...

—Katherine estaba embarazada y dio a luz antes de suicidarse —me interrumpió—. Les entregó el bebé a los humanos para que lo cuidaran y así nadie sospecharía de su verdadera madre. Generación tras generación, hemos tratado de encontrar a la persona capaz de romper la maldición hasta que por fin hemos podido conocerte.

Estaba muy confundida y en el fondo todavía guardaba la esperanza de que todo aquello se tratara de una pesadilla.

Quería creer que lo que Isabella me acababa de contar era mentira. Tenía la esperanza de que cuando abriera los ojos me encontraría en mi habitación pensando en los deberes que tenía pendientes o ensimismada en algún libro. Quería creer que era una simple chica de 17 años con la única preocupación de aprobar los exámenes para pasar al curso siguiente.

Pero la realidad distaba mucho de ser esa.

Según lo que había descubierto, era alguien muy importante en aquella guerra en la que había participado sin apenas darme cuenta. Mi sangre podía causar la libertad de unos y la perdición de otros.

Los vampiros, los licántropos, los brujos y las hadas deseaban tener mi sangre para deshacerse de su maldición pero, ¿por qué Isabella quería mi sangre?

¿Qué era lo que no me estaba contando?

Sin embargo, afortunadamente hemos podido conocerte.

—¿Qué eres? —le pregunté.

—Soy una nefilim —declaró con evidente orgullo.

Recordé aquel libro que leí en la biblioteca, ese que me mostraba las características sobre las criaturas que habitaban en el mundo de los secretos. Los nefilim eran los hijos entre un humano y un ángel caído, eran los más peligrosos ya que no pertenecían a ningún bando, ni al bando de los que deseaban mi sangre ni al de los ángeles ni al de los ángeles caídos.

Entonces me di cuenta de una cosa.

—Tú no necesitas mi sangre —afirmé—. No tienes ninguna maldición por tanto, no hay motivos por los que debas matarme.

—En eso te equivocas. —Se cruzó de brazos—. Todavía sigues sin saber lo importante que eres en todo esto. Tu sangre simboliza la salvación y la destrucción por ello, la persona que la posee tiene el control del mundo en sus manos —aseguró con los ojos brillantes—. Si obtengo tu sangre sería el ser más poderoso de este planeta. Los licántropos, los vampiros, los brujos y las hadas me rogarían que deshiciera su maldición y los ángeles y los caídos suplicarían por su vida. Todos estarían a mi merced.

¡Cómo había sido tan estúpida! Isabella Jones solo quería poder, solamente quería mi sangre para que el mundo de los secretos se arrodillara a sus pies. Era eso, Isabella quería tener el poder absoluto y tenía que reconocer que había sabido muy bien como jugar sus cartas.

—Se te agotó el tiempo —señaló.

Los encapuchados alzaron sus voces entonando una armoniosa melodía. Escuchaba sus palabras en el fondo de mi mente, vocales y consonantes, ambas danzando en mi cabeza. No podía explicar la sensación, era como si me incitaran a que siguiera el compás de la canción.

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