La Caída de Mórgoroth

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Del Otro Lado del Gran Azul


"Nadie sabe que fue del vacío, cuando vino la oscuridad y nadie sabe que fue de la oscuridad, cuando vino la luz". Rohir el viejo.


Los Presagios

Un ciclo entero tuvo que pasar desde aquél día, primavera, después verano, después otoño y después invierno, y con ese día, llegaron los presagios de la noche.

Lamardum, que así durante aquellos años desde su nacimiento, estuvo blanco como el cuarzo, en una noche, mientras la luna aún estaba alta en la taciturna noche, la estrella blanca resplandeció pálida como la nieve. Y después se apagó con una agitación en la bruma; pues, tras tantas décadas y siglos la durmiente eterna abrió sus azulados ojos. Pues lo único que le había despertado fue una pesadilla, tan simple como decir la verdad, y en su mente se repetía la escena, ella cayendo en el abismo agónico. Y todos los Eldarin se alertaron y los Ilmaniur también, y Goldos, que en aquel momento tocaba el arpa en armonía, quedó silencioso, al igual que en el otro lado del Gran azul Mórgoroth también lo hacía. Pero Marda estaba vigilante encima de la luna y alertada por lo sucedido, se deslizó entre sus hijas hasta llegar al Lamardum, y allí Larmar se vio a los ojos con su encarceladora. Y antes de que pudiera exclamar una simple sílaba, en sus oídos sintió una armonía y balada poética, y allí vio al bendecido por su luz, y se postró en su ceniciento sueño por una vez más.

Más el Lamardum, que una vez brilló como un diamante blanco, ahora era como el zafiro y el antaño crepuscular cielo, y el pueblo de Larn desde aquel día pasa mirando con melancolía y fascinación a la renombrada "Estrella azul" y así será hasta el día del juicio.

También, entre tanta conmoción el glorioso Tor Ygdravid se estremeció, al igual que todo ser en la tierra imperecedera, y los Anir y Orión, el rey del invierno, se empezaron a preocupar, buscando consuelo y consejo en Ainar, su mentora y madre, más ésta solo se quedaba en silencio meditante en su conciencia.

Y así fueron los presagios que empezaron a llegar antes de la Gran calamidad venidera, y mientras Golgoth aún escupía humo, los fuegos y la luz de Nartha aún eran brillantes en el horizonte.

Antes de la calamidad

Tras aquellos presagios, inmediato fue la respuesta. Y así pues los Ilmaniur se volvieron a congregar con sus servidores fieles y Nolde, alto y sereno como el viento, dijo:

"Es momento, la calamidad se acerca aún más, preparaos, y he de decir, pues tú Muerte viviente, que apacigües tu agonizante rabia, pues se hará justicia en tu nombre y el de muchos otros; y así es momento de marchar".

Entonces todos aquellos que allí presentes estaban, excepto Marnia y sus tejedoras de hilos plateados, ascendieron a los cielos en espíritu. Y eran semejantes a una hueste resplandeciente y de cambiantes colores, resaltando el dorado entre ellos. Y así a ojos de El Único, el cual se deleitaba cantando una canción armoniosa y calma, empezaron el que era un corto camino al otro lado del Gran azul.

En Mordúl, la Torre negra, la gran congregación se había reunido, entrando, como una nube tapando el sol, en el salón donde Mórgoroth les había llamado. Y abrumadora y caótica era aquélla hueste, la cual bramaba y retumbaba en aquellos sombríos salones. Y Skaranach, oscura y nerviosa, vigilaba a cada uno de los malditos y desterrados, cuidadosa de que éstos no se percataran de su presencia.

Así pues, se hizo un silencio espectral en la sala, Mórgoroth había levantado una mano y con voz susurrante dijo:

"Aquí estamos y decidme, vamos a huir -notándose su orgullo desmedido- porque la verdad es que yo estoy sediento de venganza, y conozco vuestros corazones, porque yo los transforme a mí imagen y ahora sé que es el momento de salir de éste salón, pues tenemos invitados allí afuera".

Los Relatos de BardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora