Odio sentirme en las orillas de un río revuelto que amenaza constantemente tu estabilidad emocional e incluso con aquello que durante algún periodo te empecinaste en construir, un bunquer medianamente de materiales que a tu parecer resultaron aceptables en aquel tiempo y ahora, ahora te encuentras en la maldita orilla de ese jodido río deseando que no destruya tu miserable bunquer totalmente destructible ante la situación porque de alguna u otra manera todos sabrán que clase de persona eres en realidad.
Absolutamente todos sabrán cuan mediocre soy.
Yo.
Gail Mc Daniels, cegada, doblegada ante una maldita enfermedad que se ha asegurado de hacer todos y cada uno de mis años íntegramente miserables.
Estoy ciega, ciega ante un individuo que ha generado un caos, un pánico, un terror que hace mucho no sentía.Miedo, terror... porque es cierto, yo Gail Mc Daniels le teme a lo que indudablemente es lo único seguro que tenemos en esta escabrosa vida, la muerte.
-Bonita, por favor háblame.- maldiciones incoherente se hacen eco en mi oído pero nada, nada es tan importante para mí que poder enfocar mis ojos en el sujeto que me sacude como si yo no estuviese en este lugar- No puede ser... No, no.
No pronuncio palabra, ningún gesto, ningún ápice de cordura se reproduce, quizá y solo quizá por que mis esfuerzos se dirigen en una sola demanda. Mi vista.
- ¡Mirame!. Exige... sacudiendo mi cuerpo como de volver en sí dependiera de ello.
-Esto está mal. No debí entrar así a tu casa... yo... solo quería... por favor. Perdóname. ¡ Perdóname ! - sus manos rodean mi rostro elevando el mentón ligeramente deposita un tierno beso largo y silencioso en mi frente. Un beso que no exige, un beso que acalora mis sentidos, un beso que habla por sí solo. Aunque no estoy segura de quién es, sé que me conoce y yo a él por la forma en que mís sentidos responden a su cercanía, mientras mi raciocinio dispare las alertas de peligro hay algo que me hace sentir que no lo estoy, no estoy en peligro... al menos eso es lo que quiero creer, es lo que decido creer y mi cuerpo lo agradece porque ante los cálidos brazos que ahora me rodean meciendome como sí de un bebe se tratara, todos mis terrores se disipan, el nudo que existía en mi garganta le permite la entrada libre a un poco de oxígeno, el maldito río tenebroso se aplaca para darle la bienvenida a sólo inocentes aguas cristalinas que permiten reflejar tus facciones y calmar cualquier tipo de ansiedad.
Con vehemencia cierro mis ojos esperando que caiga hasta la ultima pieza de la Gail aterrada y por unos breves instantes me dejo cae en aquellos brazos desconocidos pero ironicamente reconfortantes.
- Tranquila bonita.- susurra con voz casi imperceptible mientras acaricia mi cabello rebelde- Todo estará bien.- Promete.
El dolor punzante en mis sienes por primera vez en mi historia me esperanza, me motiva a asegurarme sobre mi ligera sospecha.
Urgentemente abro los ojos y parpadeo frenéticamente para adaptar la nueva escasa luz que empieza al filtrarse después de minutos que parecieron horas sumergida en agonía.
Celebro, internamente celebro que la pesadilla halla acabado solo dejándome aquel sabor amargo de algo desconocido y terrorífico para mí que ya pasó y que ahora da la bienvenida a una extraña sensación de paz, de sosiego, de una calma que también desconozco y sin lógica alguna empieza a gustarme.
Tarde o temprano tendré que verle, tendré que enfrentarme al tipo que me toma en sus brazos como so fuese lo mas importante para él. No quiero confirmar, tal vez eso, no quiero verificar que el causante de la extraña paz que siento sea también la persona que aborrecí cuando ví por primera vez.
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En La Venganza Y En El Amor
Романтика- Vamos nena. No me digas que ya te cansaste. El sudor recorre todo mi cuerpo las punzadas en mi cabeza cada vez son más letales ¡ Maldita enfermedad !! De cualquier manera logrará que termine muerta lo más pronto posible. - ¡Eres un bastardo!- ja...