Dulces desde la ventana.

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Odio mi cara, y lo que repercute tenerla.

Odio mis manos, mis ojos... Mis labios.

Odio mis venas, mis párpados e incluso mis huellas, odio todo aquello que me ate aquí.

Odio... Odio cada célula de mi cuerpo por no ser capaz de cambiar, por no ser camaleónica, por no convertirme o poder hacer algo, odio mi incapacidad.

Odio mi lengua, mis gestos involuntarios y mis cuerdas vocales, odio mi voz y también los años malgastados en nada, en cáscaras vacías.

Lo odio, los odio, les odio.

Me odio.

Me odio tanto a mí misma que me es insoportablemente inaudito que no quiera no quererme.

Me odio tanto... Que hasta mi propio odio le resulta doloroso no querer quererme un poco.

Me odio, un odio tan profundo y visceral, tan desgarrador, tan acojonante, que no sé si quiera que puedo hacer con él.

Me odio tanto, que puede que de un salto, solo puede y me quede y me deslice, hasta el amor más tierno, más amable... Más sanador.

Puede que de ese salto, ese salto entre las líneas del amor y del odio -tanto que hablan de que sólo hay un paso-, consiga quererme como nadie más lo ha hecho en mi puta vida.

Noma M.S.

Underground. [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora