IX - Then

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Then: 21 YEARS OLD - (primera parte)

Helena estaba colocando sobre la mesa los utensilios pertinentes cuando el timbre de su casa sonó. Escuchó que su madre abría la puerta y recibía a los invitados con alborozo. Pronto, un alegre niño de diez años ingresó a la cocina, donde ella se encontraba, y se precipitó en su dirección para abrazarla.

—¡Jason! ¡Qué guapo estás! —Lo elogió ella, devolviendo el abrazo.

—Mira eso, nuestro pequeño rompecorazones ya está conquistando chicas — Bromeó su padre, apareciendo en el cuarto junto a su esposa.

Jason se separó de su vecina y negó con la cabeza antes de responder:

—Lena es de Justin.

La mayoría de los presentes prorrumpieron en carcajadas ante aquella declaración, aunque Helena tuvo que forzar un poco su risa, pues percibía que la diversión emanaba de un tácito entendimiento entre los adultos del cual ella no participaba.

—Hablando de Roma, ¿Dónde está Jus? — Inquirió Tris, mientras tomaba los recipientes de ensalada que Pattie le ofrecía.

—Iba a tomar una ducha antes de venir. Acababa de llegar de su empleo — Describió la mujer.

—¿Ha trabajado hasta tarde? Es injusto que le hagan eso en Noche Buena — Se quejó su interlocutora.

Pronto, los hombres, el padre de Justin junto a Jim, se enfrascaron en una conversación sobre el viejo auto de éste último, y se dirigieron al exterior para admirarlo. Helena terminó sus deberes en la cocina y se escabulló a su habitación, seguida por Jason. Le cedió su computadora al niño para que se deleitara con los juegos de video que tanto le apasionaban mientras ella examinaba su imagen en el espejo una vez más.

Se había esmerado en ataviar su apariencia esa noche. Llevaba un vestido bordó, de cuello cerrado, sin mangas, que se ceñía a su torso pero se ampliaba en su cintura, cayendo en forma de volados hasta sus rodillas. No era la primera vez que iba a recibir la Navidad usando un atuendo elegante, mas sí era la primera vez que lo hacía por un motivo diferente a la misma festividad.

Mientras se arreglaba esa tarde, había descubierto la razón de su esfuerzo: quería lucir bien para impresionar a uno de los concurrentes a la cena. Y no cualquier concurrente, sino a uno en particular, a Justin. Lo que era tonto, pensó después, porque a lo largo de su vida él ya la había visto en sus peores fachas y no tenía sentido intentar encandilarlo con engalanados aspectos a esa altura. Además, ni siquiera estaba segura de porqué pretendía hacer algo como eso.

Admitía para sí misma que últimamente había estado confundida por sus propios sentimientos con respecto al chico. La semana en la ciudad central le resultaba tediosa mientras esperaba con ansias el sábado, solo para llegar a su localidad natal y verlo, estar cerca de él, pasar tiempo juntos. Al mudarse, dos años atrás, y tomar distancia de la vida que siempre conoció, comenzó a atesorarla con mayor adoración. En especial a su vecino. Antes, había estado tan acostumbrada a tenerlo cerca que no había notado cuánto lo añoraba realmente. Entonces, ya no podía negar el incremento de sus emociones hacia el muchacho.

Pero, ¿en verdad quería que él se sintiera atraído por ella? Se trataba de Justin, su inseparable mejor amigo. Dar un paso como ese era arriesgado, peligroso. Jugar con fuego sin estar totalmente segura de que quieres quemarte es imprudente, conjeturó, pero el timbre volvió a sonar en ese instante y supo que ya era tarde para echarse atrás.

—¡Lena! ¿Puedes abrir? — Pidió su madre desde la cocina.

La aludida caminó presurosa hacia la entrada y respiró profundo antes de abrir la puerta. Justin estaba del otro lado y se sorprendió al descubrir que él también había dedicado una atención extra a su presencia. La camisa blanca de seda contrastaba con sus negros pantalones y su cabello dorado, usualmente rebelde, había sido cuidadosamente peinado hacia atrás.

Por La VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora