II - Then

335 26 6
                                    

Then: 11 YEARS OLD

—¿Por qué? — Cuestionó Justin.

La indignación era evidente tanto en el tono de su voz como en su semblante.

—Porque Helena y tú están creciendo, Justin. Están abandonando la niñez y... bueno... — Su madre titubeó al intentar explicarse.

—Las cosas entre los chicos y las chicas cambian cuando crecemos, hijo — Intervino su padre —Lena es una chica y tú eres un chico. Necesitan empezar a darse su espacio. Ya no pueden seguir durmiendo en la misma cama — Dictaminó.

—¡¿Por qué quieren separarme de Lena?! — Bramó él, sintiendo el enojo brotar de sus labios junto con esas palabras.

No entendía lo que estaba sucediendo y lo único que lograba percibir era que querían alejarlo de su mejor amiga. Sin embargo, no había forma de que lo lograran. Estaba dispuesto a pelear hasta las últimas consecuencias para evitarlo.

—No queremos separarte de Lena, cariño — Remarcó Pattie —Puedes seguir estando con ella todos los días, pero por las noches ya no pueden quedarse a dormir uno en el cuarto del otro, eso es todo.

El potente sonido del llanto de un bebé se propagó por la casa en ese instante. Justin se tapó los oídos con sus manos, tratando de que el chirrido que emitía su nuevo hermano menor no penetrara su cerebro.

—¡No otra vez! — Se quejó. —¿Por qué no puede dormir más de dos horas seguidas?

—Es un bebé, Justin. No tiene control sobre sí mismo ni sabe manejar sus emociones — Esclareció su padre, mientras su madre se dirigía escaleras arriba, en busca del pequeño. —Sin embargo, tú sí debes comportarte. No más berrinches ¿de acuerdo?

Cuando Justin salió de su casa, dio un fuerte portazo. Cruzó su patio delantero a paso acelerado, mientras Goku, su perro, daba pequeños saltos alrededor de él. El niño acarició las orejas de su mascota, dirigiéndose a la residencia vecina. Justo entonces, Helena emergió de ésta. Cerró la puerta detrás de ella y bajó los tres escalones de su porche. Al verla, Goku trotó precipitadamente hacia ella. La niña se agachó para abrazar al animal mientras el mismo lamía su cara. La imagen logró que Justin sonriera.

—¡Hey, tú! — Exclamó en forma de saludo en cuanto Justin llegó a su lado.

—Hey, tú — Respondió él, el desánimo pintando el tono de su voz.

—¿Qué ocurre? — Inquirió ella, poniéndose de pie para poner plena atención a su mejor amigo.

—No vas a creer lo que mis padres acaban de decirme... — Comenzó a proferir él, denotando su molestia.

—Sí, lo sé — Repuso ella —Los míos me acaban de dar la misma charla — Comentó.

—¿En serio? — Se sorprendió él —¡Esto es absurdo! — Explotó. —Hemos hecho pijamadas desde los cinco años, ¡Esto no tiene sentido! — Bufó y echó su cabeza hacia atrás, mirando al cielo. —Seguro es culpa de la máquina de hacer popó.

—¡Ya te he dicho que no llames así a Jason! — Lo regañó su amiga.

Justin hizo rodar sus ojos. Helena se mostraba más entusiasmada por la llegada de Jason que él. Luego de once años siendo hijo único, sus padres decidieron llevar otro niño a casa. Y no solo tenía que compartirlos a ellos con su nuevo hermano, sino también a su mejor amiga. Se sentía irritado. Pero, aunque nunca lo admitiera, a veces mirar al pequeño bebé le provocaba una disimulada alegría.

—Además, no es su culpa que ya no podamos tener pijamadas — Aclaró ella —Es culpa de la pubertad — Explicó, con aire solemne.

—¿La qué? — Interpeló Justin, mirando a la niña y frunciendo su entrecejo en clara señal de confusión. —¿Y eso qué es?

Helena se encogió de hombros: —¿Y yo qué voy a saber? Pero acabo de pasar media hora escuchando a mis padres decir esa palabra.

—Crecer apesta — Sentenció el chico, negando con la cabeza.

—Ni que lo digas — Concordó su interlocutora. —¿Quieres ir a patinar? — Sugirió de inmediato.

—Sí, seguro — Aceptó él. —Déjame ir por mi patineta.

—Bien. Yo iré por mis patines. Te veo en diez minutos.

Al llegar la noche, Justin se asomó por su ventana, mirando la casa contigua. La ventana de Helena no se enfrentaba con la suya y, en ese momento, aquel hecho hizo que se sintiera frustrado. Era viernes, y ellos solían pasar las noches de ese día juntos. Que le quitaran eso de repente, lo hacía sentir vacío.

Bajó las escaleras de su hogar y tomó el teléfono inalámbrico situado en la sala, para volver a subir a su cuarto enseguida. Esperó a que el reloj diera las diez antes de marcar el número que se sabía de memoria. Oyó tan solo la mitad del primer pitido antes de que atendieran la línea:

—Hola, Jus — Lo saludó la voz de su mejor amiga.

—Hola, Lena.

Esa tarde, habían acordado que se llamarían para compensar su imposibilidad de reunirse. Por supuesto, no era lo mismo, pero era un atenuante para aquel nuevo cambio que estaban transitando.

—¿Cómo va tu primer viernes sin mí? — Inquirió la chica, recostándose boca arriba en su cama y llevando un caramelo a su boca.

—Apesta. Estoy aburrido — Se quejó él. Pronto, escuchó a la chica masticar y frunció el ceño: —Dime que no estás comiéndote los dulces que eran para ambos.

—Por supuesto que sí me los estoy comiendo — Confirmó ella, divirtiéndose con la situación —Sabes que soy adicta a los caramelos de piña.

—Eres el mal encarnado ¿lo sabes, cierto? — Acusó él, aunque una sonrisa estiraba sus labios.

—Me lo has dicho un par de veces... Oh, no — Helena se interrumpió a sí misma, susurrando.

—¿Qué ocurre? — Preguntó su amigo, preocupado.

—Creo que mis padres han despertado. Lo siento, Jus. Debo colgar — Avisó.

—¿Qué? ¡No! ¡Espera...! — Antes de que él terminara de hablar, ella ya había desaparecido de la línea y en su lugar se oían molestos pitidos.

Justin exhaló su fastidio y dejó el teléfono en su escritorio, tirándose sobre la cama. Realmente estaba aburrido. Se quedó varios minutos observando el techo, repasando en su mente la colección de juegos de video que poseía y tratando de identificar alguno con el cual pudiera divertirse, aunque jugara sin Lena.

Un repentino golpe a su ventana lo sobresaltó. Dio un grito ahogado y se sentó en su colchón, mirando a través del vidrio. Debido a la oscuridad de la noche y a las sombras que proyectaba el gigantesco árbol allí plantado, no logró divisar nada. Sin embargo, cuando sus ojos se acostumbraron a la umbría, pudo distinguirla.

Asombrado, se acercó a la ventana y la abrió, dejando pasar a su amiga, quien se encontraba aferrada a la rama del árbol más próxima a su cuarto.

—¡¿Estás loca?! ¿Escalaste ese maldito roble? ¡Pudiste haberte lastimado! — La regañó, procurando mantener su voz en un murmullo.

—Pero no lo hice — Apuntó ella, cerrando los cristales para que el viento no se colara a la habitación —Y ahora estoy aquí — Sonrió.

Justin apretó sus labios. No quería que ella lo viera sonriendo.

—Vamos a ganarnos el castigo de nuestras vidas si nos descubren — Advirtió él.

—Créeme, vale la pena — Aseguró la niña. 

-TatiaBriggs-

Por La VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora