Dean

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Los minutos se convirtieron en horas y estas se convirtieron en días, que más tarde serían semanas. Las semanas pasaron y se convirtieron en meses, meses de arduo trabajo y esfuerzo. Gróa había estado todo ese tiempo elaborando su poción, sus huesos crujían y su piel se caía a trozos. El cabello se le caía a puñados y los dientes bailaban en su boca a punto de ceder. Pero tras esa inconmensurable cantidad de tiempo y esfuerzo, su brebaje estaba listo, las negras criaturas que salían del humo del caldero, brincaban y saltaban por la cabaña. La bruja trazó un círculo en el suelo con ayuda de una tiza, y se metió dentro, alzó sus cansados brazos y agitó sus manos. Los feroces diablillos aullaron de jubiló al ver sus cuerpos contorsionarse y transformarse, en cuestión de segundos la apariencia de estos, había cambiado, ahora eran hadas.
Delicados seres de luz, sus ojos brillantes, sus vestidos de seda, sus alas cristalinas y sus orejas puntiagudas parecían recalcar "su naturaleza"
La bruja sonrió y escapó una pequeña carcajada de sus secos labios, su lengua repleta de llagas relamió sus maltrechos dientes. La bruja se desplomó, no sin antes señalar la ventana, esta se abrió de par en par y la letal horda de criaturas disfrazadas huyó por la ventana, dejando a la anciana sola.

Sin embargo, todo cambiaria, pasaron algunas semanas y la bruja seguía sin recibir noticias de su hechizo. La esperanza se iba consumiendo como una vela, saliendo de la boca de un muerto como un último suspiro. La bruja se estaba quedando sin las pocas fuerzas que le quedaban, cuando de repente la puerta sonó. La vieja se arrastró hasta la puerta y la abrió, allí al otro lado de la puerta había un apuesto joven tenía un rostro preocupado, se presentó como un tal Dean, y le pedía ayuda, estaba perdido. Gróa le preparó una taza de chocolate caliente, el chico estaba en los huesos y la bruja sabía que debía recuperar sus energías y sus poderes pero no recuperaría todo lo que necesitaba si el chico abultaba lo que un atizador de barbacoa. La hechicera, ya estaba maquinando de nuevo, resurgiría de las cenizas como un ave fenix...
El tiempo seguía corriendo, Gróa había encerrado al joven en una jaula en su choza, seguía alimentándolo, debía engordar rápido, no había tiempo que perder. Las uñas del pie derecho de la bruja se habían podrido hasta caerse y todo eso indicaba aun mejor el deterioro de la anciana.
Llegó el día del banquete, Dean apretaba sus ropajes, estaba lo suficientemente gordo para el momento de la acción. Tardó la anciana, una media hora en sacar al joven de la jaula y atarlo a la mesa del salón de la choza. Después de eso la vieja arrancó con sus dientes de una manera terriblemente sangrienta los miembros del joven. Según se clavaban sus negros y afilados dientes, el sentía que se iba cada vez más lejos de la vida. No tardó demasiado en comerse cada pedazo de carne del muchacho, disfrutaba al sentir sus sangre corriendo por su boca, sentía su piel estirarse y rejuvenecer, sus uñas volvían a crecer y su cabello volvió a ser aquel cabello largo y terso que había sido en su juventud. Gróa ahora era joven de nuevo, sentía su poder creciendo en su interior, alzó su mano y el techo de la mugrosa choza en la que llevaba viviendo encerrada explotó, una escoba apareció en la mano de la bruja y esta salió volando, el pantano era enorme, se extendía hasta millones de kilómetros a la redonda y su cabaña solo era un pequeño puntito en el mapa. La bruja río al sentir la cúpula de magia que la había encerrado durante tantísimo tiempo, de sus dedos brotaron unos rayos verdes un que hicieron estallar la cúpula: Gróa era libre...

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