V de venganza

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Gróa, se sentía poderosa y realizada, sus poderes habían vuelto y con ello la juventud. Había dejado de lado por fin la decrepitud y la putrefacción de su maldición y volando sobre su escoba se dirigía a por su redención. El castillo de los magos azules estaba construido en una pequeña isla en el mar. Destacaba sus afilados tejados y sus pórticos de cristal, así como los muebles de noble madera, que destacaban imponentes en el enorme palacio de lapislázuli y cristal. Ese castillo había sido construido por los cuatro magos azules: Yie, Jaón, Op y Jara.
Yie era la reina de la vida, iba vestida con un precioso vestido de hojas verdes, y se decía que sus poderes eran tan grandes que podía devolver la vida a los muertos. Sin embargo todos alegaban que su vanidad la hacía parecer más un hada que una hechicera.
Jaón era el hechicero del océano, iba ataviado con una larguísima túnica azul y se decía que había hecho voto de silencio al Dios de los mares y océanos como símbolo de devoción, era tranquilo y según sus compañeros, era débil. Sin embargo conocía todos los secretos del océano y era un erudito.
Op, era el mago de los sueños, controlaba los deseos de quienes le rodeaban y era un arrogante.
Finalmente Jara, la hija de la Luna, sus poderes abarcaban cada nube del cielo y cada estrella del cosmos, era ágil e inteligente. Pero era increíblemente prepotente y grosera con los que no eran de alta cuna.
Todos tenían los ojos azules y reinaban sobre el reino de la fantasía con mano dura, Gróa había sido una molestia en su reino y por ello la habían desterrado a aquel pantano de mala muerte, con la maldición que la haría sufrir para toda la eternidad. No olvidemos tampoco que Gróa comía niños y realizaba magia negra, pero jamas habían castigado a alguien con tanta severidad y nuestra bruja estaba ardiendo de furia. Chasqueó sus dedos y en sus manos apareció una bola de fuego, miró al castillo de lapislázuli y sin pensarlo dos veces lo lanzó a la bóveda de cristal, esta explotó en mil pedazos y la bola de fuego incendió todo lo que encontró a su paso, Gróa descendió a toda velocidad hasta la torre de emergencia, estaba segura de que los magos azules estaban allí escondidos y protegidos, pero no por mucho tiempo...

La hechicera conjuró a la noche e invocó a las criaturas del mal, las cuales aparecieron como la legión de la oscuridad y se lanzaron a palacio a arrasar con todo aquello que vieran. Mientras Gróa, hizo caer la torre de emergencia, y los magos azules quedaron sepultados en sus ruinas. La bruja hizo levitar los restos de la torre y los lanzó lejos suyo, dejando en las orillas al mar a los cuatro magos, se acercó y cogió a Jaón del cuello, volvió a coger altura, el mar comenzó a crepitar y a levantarse oleaje, era la señal de que con su magia el hechicero intentaba salvarse.
Gróa cogió más altura y le miró a sus profundos ojos azules, los magos azules miraban atónitos la escena: el palacio ardía y se derrumbaba, el mar golpeaba con furia la costa y la malvada Gróa miraba con odio a Jaón. La bruja sacó de su delantal un polvoriento botecito, había sido Jaón el que había tenido la idea de maldecirla, para que perdiera cada resquemor de belleza mientras se pudría en un pantano oscuro y peligroso. En aquel frasco solo se hallaban las lágrimas de desesperación y dolor de la bruja diluidas en la sangre que había derramado de su banquete, abrió la boca del magucho y vertió su contenido en ella, después y cogiendo aún más altura, lo soltó...
Su piel se volvía polvo, sus huesos se evaporaban y su sangre se secaba, su cabello se había caido, y sus ropajes lo envolvían como a una momia, cuando cayó al agua se disolvió entre las olas y solo quedó de el, su larga túnica azul.
Gróa río desde las alturas y se abalanzó sobre Jara, ella había insistido en matarla, pero al final se cumplió la sentencia de Jaón, ella ágil y fuerte no se dejó coger tan fácilmente, sin embargo la bruja la atrapó con un conjuro, la luna parecía no hacerle caso, no respondía a sus llamadas y su Magia parecía haberse dormido. Gróa, metió sus alargados dedos en su rostro, exprimiendo sus ojos, después la arrojó al palacio, donde ardió hasta desaparecer. Cogió a la bella Yie y la convirtió en piedra, después la arrojó a las profundidades abismales, y en cuanto a Op, solo quedó su varita, la bruja la partió y la arrojo al fuego. Bailo sobre las ruinas de palacio, y dibujo en el cielo una V, de venganza...

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