Gran Vía.

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- Raoul. Eres consciente de que nos van a reconocer, ¿verdad?

El chico rubio le miró sopesando su respuesta. Estaba claro que lo sabía, la verdadera pregunta era: "¿le importaba?".

- Puede ser. Pero podemos arriesgarnos, ¿no? - contestó con delicadeza - Tú mismo lo dijiste, vayamos poco a poco. Dejemos que nos vean juntos, que vean que todo está bien entre nosotros.

"Más que bien" - pensó el canario.

Tuvo que reprimir la risa frente a ese pensamiento y simplemente sonrió, ganándose un empujón del chico que se encontraba a su derecha sentado en el sofá.

El sofá de su piso situado a las afueras de Madrid.

- ¿Se puede saber que es lo que te hace gracia? - preguntó el rubio haciendo una mueca. Trataba de parecer enfadado, pero actuar nunca había sido su fuerte.

- No, no se puede saber - contestó sonriendo.

- Ya veo, ya, "pollito". - esta vez fue el pequeño quien rió mientras el otro chico rodaba los ojos.

Esa se había convertido en la forma que tenía Raoul de sacar de quicio a su amigo, recordándole como hace dos semanas le llamó "pollito" presentándolo en el escenario del Carrefest.

- ¡Oye! - exclamó el canario - A saber lo que habrías dicho tú si te hubiera tocado presentarme a mi, eso me habría gustado verlo.

Rieron juntos y Raoul se lanzó a los brazos de Agoney. Le había echado tantísimo de menos durante tanto tiempo que le costaba horrores mantenerse alejado de él, aunque esa distancia fueran únicamente centímetros.

El mayor le correspondió el abrazo mientras le acariciaba la nuca. Nunca lo reconocería pero le relajaba un montón.

- Entonces...

- Si, chiquitín, vale.

El rubio saltó del sofá emocionado y, en cuanto estuvo en pie, le tendió la mano al moreno, que únicamente negaba con la cabeza.

- Eres como un bebé. Lo sabes, ¿verdad?

- Créeme que lo sé, me lo dices un par de veces cada día. Pero hoy este bebé - dijo señalándose a si mismo - te va a llevar al centro a dar una vuelta, te va a ayudar a comprar ropa nueva y te va a invitar a cenar. Así que no te quejes.

Agoney agarró la mano de Raoul que seguía estirada en su dirección sonriendo y tiró de su cuerpo hacia el sofá, abrazando al pequeño mientras caía de espaldas encima de él.

Raoul reía y temía por que Agoney quisiese aprovechar el momento para matarle a cosquillas, pero este se contentó con únicamente darle un beso en la nuca y mantenerle sujeto entre sus brazos, apretando fuerte para que no pudiera levantarse.

El pequeño se giró poco a poco, aún le costaba asimilar que hubieran vuelto a ser lo que eran antes, le costaba no querer gritar de emoción cada vez que el canario le demostraba su cariño. Una vez estuvo cara a cara con él, dejó que sus narices se rozaran en un tierno beso de esquimal antes de levantarse y arrastrar al moreno con él.

Lo arrastró hasta su habitación sonriendo y, cuando se soltaron, le revolvió el pelo.

- Nos vamos en una hora. Arréglate.

- ¿Mucho?

- Lo justo. Y no te eches gomina en el pelo, me gusta más así. - le agarró la nariz en un gesto cariñoso y después se dirigió hacia fuera de la habitación, para marcharse a la suya.

- Raoul, espera.

El pequeño se paró en seco justo debajo del marco de la puerta y giró, esperando a que el canario hablara. No pudo evitar reírse y negar con la cabeza cuando escuchó las siguientes palabras de su amigo.

One-shots | Ragoney |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora