La primera. 🌸

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Suspiró totalmente sumido en sus apuntes, tratando de no hacer demasiado ruido para no molestar a su acompañante.

Aunque molestarle sería bastante complicado. Ni siquiera una banda con tambores sería capaz de sacarle de la siesta en la que se había sumido derrotado por el cansancio.

Miró la hora y volvió a suspirar. Llevaba dos horas con la cabeza metida entre las hojas y sentía que no había avanzado nada.

Era sólo el inicio de curso, pero estaba tratando de llevar al día todas las asignaturas.

Intentaba, también, recordar los conceptos del año anterior que le hacían falta para sobrevivir a este.

Llevaba todas las asignaturas más o menos bien, al fin y al cabo, había gastado todo su tiempo por las tardes en hacer resúmenes, esquemas y repasar lo que daban durante el día en el instituto.

Con química era diferente. Siempre se le había dado bien, hasta el punto de no distanciarse demasiado del 9 en sus calificaciones. Pero le estaba costando más de lo normal recordar los procedimientos de algunos ejercicios y, por si eso fuera poco, la profesora que tenía aquel año aseguraba que lo que les habían enseñado en años anteriores estaba mal y que su método era lo que debían usar para aprobar el examen de acceso a la universidad.

Raoul no sabía ni lo que quería estudiar, así que tampoco tenía muy claro hasta que punto la química era importante para su próximo año. Aún así, había elegido la rama de ciencias con biología porque era en la que se sentía más cómodo.

Centró su mente de nuevo en el ejercicio, observando como el resultado que había obtenido no era el acertado, y tomó la goma de borrar para eliminar todas las operaciones con rabia.

Notó una mano en su hombro y, seguidamente, otra mano le rodeó por el lado contrario, levantando la goma de encima del papel ahora arrugado por la fuerza del pequeño.

Suspiró, otra vez, y bajo la cabeza, dejando caer las manos encima de la mesa.

- ¿Te he despertado? - preguntó, aún con la mirada fija en las hojas.

- No, llevo un rato despierto. - le tranquilizó Agoney, llevando sus manos a los hombros contrarios y apretandolos en un pequeño masaje - Te he escuchado suspirar por lo menos 10 veces en los últimos dos minutos. ¿Qué pasa?

- Nada. - no se había girado en ningún momento desde que habían iniciado la conversación y el canario sabía que no quería hacerlo para no dejar ver lo angustiado que estaba.

Se agachó un poco hacia delante, dejando un beso en la mejilla derecha del pequeño. Un beso que fue seguido de un tierno abrazo en el que los brazos de Agoney rodeaban el cuello de Raoul por detrás y sus labios estaban apoyados en la mejilla que acababa de besar.

- Está bien. - susurró, acariciando los brazos contrarios con sus manos y besando el brazo más cercano a su boca - He hecho este ejercicio veinte veces y sigue sin salirme, joe. El año pasado sabía hacerlo, pero tal y como lo hace la profesora nueva no me sale, no lo entiendo.

Agoney se apartó y se sentó en la silla de al lado, sin quitar la mano de la nuca del pequeño y soltando pequeñas caricias en ella.

Raoul apoyó la cabeza en su mano, cerrando los ojos con un bostezo.

- Raoul, cariño, te estás forzando demasiado. - susurró el mayor, acercando su silla a la contraria para no perder la cercanía entre sus cuerpos - Vamos a hacer un trato, ¿vale? Te vas a levantar ahora, vas a venir conmigo al sofá y te vas a olvidar de cualquier cosa que tenga que ver con ese ejercicio.

One-shots | Ragoney |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora