Rin y Len.

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¿Cuántas veces falló en la misma labor?. Su mente estaba en blanco en ese preciso momento, pero dentro de sí, sabía muy bien  la tarea que debía llevar a cabo entonces; debía asesinar a esa Karakuri. 

No importaba que hiciera, porque, la culpa en medio de su corazón no desaparecía. Tenía vagos recuerdos de esa época, cuando era feliz junto a una soñadora y obstinada chica rubia que siempre se la pasaba sonriendo. Eran solo eso, vagas memorias que cada vez iba olvidando más. ¿De qué color eran los ojos de esa chica?, ¿Cómo era su cabello?... ¿Cómo era su sonrisa?. 

No, no podía encontrar la memoria de su imagen o sus momentos... pero recordaba perfectamente las manos suaves que sostuvo en momentos de temor, y la hermosa voz que escuchaba cantar cuando el mundo se le venía encima. 

¿Por qué se la arrebataron?

¿Por qué no pudo protegerla?

¿Por qué no era capaz de atesorar a las personas que quería?

La impostora era tonta, despistada e inocente. Pese a haber estado en un montón de batallas, no lograba aceptar la crueldad de estas. Aún lloraba cada vez que alzaba su arma... Por eso quería cuidarla, anhelaba guardar un recuerdo con ella que lo llevase de vuelta a esa época de felicidad, pero no pudo protegerla lo suficiente para llegar a cumplir ese infantil deseo. 

Si no podía proteger a las personas que amaba, se encargaría de vengarlas a como de lugar. 

Sintió el filo de su espada cerca de su rostro, y las maniáticas risas ajenas lo trajeron de vuelta a la realidad. Pudo ver casi en cámara lenta a la impostora de largos cabellos rubios y lacios desplomarse justo frente a sus ojos. El aroma a sangre lo horrorizó, y el sonido de la bala se encargó de atormentarlo. 

--- Voy a matarte. ---Pronunció en dirección a la Karakuri que jugaba con su arma buscando un poco de revuelo antes de disparar. 

--- Vaya... llevas diciendo eso ya por un buen tiempo. Adelante, ¡Encárgate de vengar la vida de esta inútil muchachita!. Ay, cariño, era una muy bonita muñeca, ¿Por qué demonios la dejaron salir a este mundo lleno de horror?, ¡Pobrecita!. 

Basura inhumana. Era el único modo del cual Len podía describir a esa horrible mujer cuya vida no tenía ni un sentido. No tenía ningún respeto por la vida o la muerte, así como ningún sentido de piedad o humanidad, realmente podía reírse de todo.

Se arrojó sobre ella con la sed de sangre corriendo sin control por sus venas, siendo reflejada en su mirada y el rechinar de sus dientes. Odio, asco hacia esa desgraciada criatura que con esa extraña pistola detuvo el filo de su espada. Se esforzó tanto como pudo, bastante seguro de que con la fuerza de voluntad y el deseo de venganza sería capaz incluso de destrozar esa arma con el filo de la suya, y más tarde atravesar a la contraria hasta destrozarla. 

De pronto, la chica dejo de luchar. Con la impresión del momento Len se vio obligado a observar su rostro, ese desgraciado rostro que lo repugnaba y asqueaba, solo que, en ese instante, cualquier sentimiento de odio fue transformado en una profunda nostalgia, al ver de cerca el brillante ojo carmín de la chica, que lo miraba atónita. 

Su respiración cesó por un instante, y el latido de su corazón sincronizó con el ajeno, de esa forma, creó un sonido ensordecedor que retumbó en su mente hasta desconcertarlo. El aliento se mezcló con el de la contraria, y con el palpitar cada vez más acelerado, ambos dejaron caer sus armas. 

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--- ¡¡Leeen!!

--- ¿Qué ocurre, Rin?

--- ¡Escribí una nueva canción! ¿Puedo cantartéla?

--- Desde luego. ---Aceptó el rubio con una sonrisa. Descansó sentándose en el césped, mientras Rin se preparaba para comenzar su canción.

--- ¡Aquí voy! ---Rin respiró profundo

A mí me gusta vivir para cantar... pero no porque yo haya sido hecha para eso, sino que tú, el que goza con mi voz, me sonríes cada vez que te canto una canción.
Para mí, quien solo el binario conoció, tú creaste mi mundo y me diste un nuevo "yo".
Y desde ese momento hasta este mismo instante, solo a ti mi corazón pertenece.

Al estar junto a ti, con sólo tenerte aquí, la corriente en mi alma pierde su control.
Si te veo venir hace un viento cuántico, y siento una vibración en mi corazón.
...

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El aire volvió a sus pulmones, al mismo ritmo que sus latidos volvieron a la normalidad. Las lágrimas habían comenzado a caer desde sus ojos antes de que pudiesen notarlo, y con el semblante de un alma destrozada, volvieron a la realidad. Sosteniendo ambas manos ajenas, confundidos y con una sensación de nostalgia en cada rincón de su cuerpo, se despidieron soltando sus manos y corriendo en rumbos opuestos sin siquiera tomar sus preciadas herramientas de asesinato. Huyeron del aroma a sangre. Len dejó ahí abandonada a la impostora, y Rin sintió que había recuperado algo.

"Al estar junto a ti, con sólo tenerte aquí, la corriente en mi alma pierde su control.

[...]

--- ¡¿Por qué demonios no lo asesinaste?! ---Exclamó Miku levantándose bruscamente de su asiento, en el cual solía pasar largas horas frente a una computadora y una taza de café.
Rin no contestó, y mirando el suelo con indiferencia, notó que había ocurrido algo que ni ella podía explicar. 

El silencio ajeno hizo entender a la de cabellos celestes parte de lo que había sucedido, y dio lugar a que su imaginación hiciera de las suyas. 

--- Idiota. ---Expresó tumbandose nuevamente sobre ese sillón---. Te lo dije ---Añadió levantando su pie y posandolo sobre la cabeza de la rubia---. Si titubeas a la hora de asesinar, acabarás siendo quien muera.

[...]

--- Rin...

Ya recordaba de que color eran sus ojos, y como era su cabello, pero por sobre todo, en su mente quedó grabada esa brillante y reluciente sonrisa.

¿Qué demonios había ocurrido?, ¿por qué justo al enfrentarse contra aquella despreciable enemiga, tuvo esa especie de "visión"?.

Ojalá pudiese recordar cómo continuaba esa melodía.

Karakuri Burst || Rin x LenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora