¿Dante?

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En las transitadas calles de la ciudad de San Fransokyo, se encontraba un perro papando moscas.

Específicamente, un xoloitzcuintle.

Estaba sentado a lado de una parada de autobús, mirando hacia el edificio que tenía al frente. Esperando.

- ¡Dante! - de ese edificio salió un chico moreno, moviendo su mano en forma de saludo para el can. El revoloteo de la cola y la larga lengua de Dante se hicieron notar al escuchar aquella voz, lanzandose de inmediato hasta él - ¡Tengo algo para ti! - abrió una de las bolsas de su mochila y sacó un paquete de galletas, para lanzarle una a su compañero, el cual, evidentemente no pudo cachar, revotandole estrepitosamente en la cara. Luego de la confusión, recogió la galleta del piso para tragársela rapidamente. El moreno solo pudo reír ante la acciones de su perro - ¡Vamos Dante! - y de esa forma comenzó a caminar seguido por los pasos torpes de su amigo.

Miguel Rivera había sido descubierto por un aclamado caza talentos una vez que este se encontraba de vacaciones en México. Había visto actuar al Rivera en un evento en la Plaza del Mariachi, y de inmediato se acercó a él para presentarse y ofrecerle un contrato en su disquera. El chico no podía estar más feliz por ello.

Acababa de terminar la preparatoria y precisamente en esos momentos se comenzaba a cuestionar sobre su futuro. No sabía si entrar a una escuela de música, o entrar a la universidad, o incluso pasó por su mente seguir su sueño de ser músico y comenzar a viajar por México en busca de oportunidades, tal como su papá Héctor hizo en su momento.

Por esa razón cuando el hombre le ofreció ir con él, pensó que era una señal divina de la virgencita y que debía obedecerla.

Sin embargo, sus padres, Luisa y Enrique, no estaban muy seguros de qué hacer al respecto. Miguel aun era un bebé - a su parecer - tenía sólo 18 años, si bien Miguel tenía un buen nivel de inglés y era un chico listo, les parecía muy peligroso que fuera solo a una ciudad tan grande y diferente como San Fransokyo, sumando a que no conocía para nada Estados Unidos ni tampoco al hombre que les ofrecía todo aquello.

Al final, luego de muchas súplicas por parte de Miguel y del hombre de la disquera, sus padres había aceptado. Con una condición: que llevara a Dante con él.

Eso descolocó un poco a Miguel ¿Llevarse a Dante a Estados Unidos?

Si bien Dante era un perro un poco muy torpe; le tenía cariño a la mayoría de la familia Rivera, llegándolos incluso a proteger si se ameritaba, sabían que Dante era un buen perro guardián para Miguel y una excelente compañía para que no estuviera solo.

Pero el menor se rehusaba a llevarlo, no porque no lo quisiera tener con él, sino porque su xolo amigo era callejero y estaba acostumbrado al ambiente y a las calles de Santa Cecilia, trasladarlo a una ciudad tan grande y abarrotada como lo era San Fransokyo podría ser mucho para el can.

¿Y cómo terminaron por convencerlo? No fueron sus padres. No fue Coco.

Fue el mismo Dante.

Al darse cuenta que Miguel se iba, no se despegaba de él ni por un segundo llegando a hacer una especie de berrinces canunos, y mirarlo con cara de perrito cuando estaba a punto de partir del pueblo.

No pudo con esos estúpidos ojos.

Y terminó arreglando papeleos para poder llevar a Dante consigo.

Así es como terminaron en esa situación. Dante, extrañamente, se acostumbró rápido a las calles de la ciudad - o al menos a las que rodeaban el apartamento del moreno y la disquera - así como también se acostumbró a llevar un collar con su placa e incluso en algunas ocasiones, por temor de Miguel a que se perdiera, lo llevaba a pasear con correa -con dificultad- no como cuando estaban en Santa Cecilia que practicamente era un perro libre que corría por las calles y que gustaba de ir a robarles tamales a la familia Rivera.

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