—es inhalar y exhalar, no inhalar y dejarlo dentro, —el aire era polvo absorbido por una aspiradora para mis pulmones, la nicotina se había vuelto mi rival en menos de dos segundos. —no habías fumado antes, ¿me equivoco?
—no. —y tosí, tirando el cigarrillo al suelo para apagarlo poco después, dejando el arma homicida de mis pulmones ahí tirada.
era seguro que jamás volvería a hacerlo, las personas tienden a hacerse este tipo de daño para "desestresarse", pero yo no. debí quedarme en el bar con esa linda chica, Jennie se llamaba, creo.
—blando. —recibí un fuerte estrujón a mis hombros por parte de JaeHyeong, ¿blando, yo?
—para nada. —me zafé de su intento de abrazo e indagué en mi bolsillo trasero, en busca de dinero; porque sí o sí, iba a deshacerme de ese sabor.
—y aún un bebito. —se burló de mí, él sabía lo que iba a hacer. —¿tu mami va a regañarte cuando llegues a casa?
—claro que sí —afirmé con sarcasmo, irritado, —pero por juntarme contigo. —se rió, como si no hablara en serio.
no era tan malo como parecía, JaeHyeong era un hombre estupendo, pero siempre en malos pasos como...
bueno, jamás encontré un símil para eso, pero trabajo en ello.
compré una piruleta sabor mora azul. de esas que pintan tu lengua y te escalda la lengua como piña.
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—deja de fumar, Minki, yo sé lo que te digo... —mi hermano reposaba en la cama a mi lado mientras yo desnudaba mi torso.
—¿de qué hablas? yo no fumo.
—no podrás salir de ahí.
había olvidado que el aroma a cigarro no sólo está en tu boca, sino que también se impregna en tu ropa, pero me di cuenta demasiado tarde. este frío y apático otoño iba a ser difícil.
—yo-no-fu-mo. —repetí, separando cada sílaba, remarcando mi irritado tono. lo detestaba. ¿con qué derecho se sentía para decirme qué hacer con mi vida?
se molestó luego de eso, se molestó mucho.
rodé los ojos y me envolví entre las sábanas, era una pérdida de tiempo discutir con él ahora, a las dos de la mañana, y en el apartamento con las paredes más finas de todo el edificio.
ese día descubrí que el tabaco no era algo fascinante, pero sí que lo fue volver a casa feliz por los chistes de JaeHyeong, él siempre me hacía reír, y eso fue lo que me hizo dormir en paz esa vez, pero eso fue pasado, porque...
—me voy a Chicago, Ren.
¿qué?
—he quedado con unos chicos... ellos... me ofrecieron un buen trabajo.
pero él no sonaba seguro, y yo quería ayudarlo, me estaba arrebatando las noches de paseo, me estaba arrebatando cada salida al bar donde podía contarle todas y cada una de mis anécdotas en Gwangju; podía compartirle todos mis pensamientos de cada noche estrellada vista desde la ventana de mi apartamento, que compartía con un adorable chico llamado JongHyun (que por cierto, no vi de nuevo en mi vida), todo eso para olvidarme de los gritos en mi hogar de improviso. me estaba arrebatando eso, mi expresión, mi vida en Busan. no, no quería ayudarlo, fui un egoísta, soy un egoísta; quería a JaeHyeong escuchándome todo el tiempo.
—p-pero... no puedes, no. —no podía creerle, era demasiado repentino, no lo había visto venir.
—vas a estar bien, siempre te las arreglas sin mí. —rió, y ahí fue donde grabé su risa en mi mente, porque sabía que no iba a volver a escucharla. no me dejó decir más.
luego de su ida, me di cuenta de lo dependiente que soy.
y lloré, joder, lloré bastante la noche en que JaeHyeong se fue. este otoño era una mierda.
