cinco

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sólo escribía cuando estaba triste

la presión atrapó mis hombros, me sentí tan pesado, que pude huir en ese mismo instante. no lo hice.

¿estaba bien? todos me veían tan mal, con tanta pena, que me volví invisible ante mí mismo, tan poco me importó que ni siquiera volteé, no valía la pena compadecerme de mi propia conciencia.

quería acabar con todo esto de una vez por todas; me di un respiro por primera vez en todo el día, y puse mi mano cerca del timbre del local.

podía hacerlo, estaba haciéndolo, ¿cuándo me había convertido en algo tan patético? debía dejar mi amargura de lado, porque mi madre me prohibió irme cargando las pastillas en el bolsillo incluso si eso implicaba matarme, ¿quería matarme? seguramente.

entré en pánico.

estaba seguro, iba a morir ahí mismo, quería llorar pero no lo sentía, no creí haber caído tan bajo. una voz interna me hablaba, aún sosteniendo mi dignidad.

« —no llores, estás en la calle. »

soy un perdedor.

—buenos días, ¿podría dejarme pasar?

me sobresalté ante una varonil pero suave voz detrás mío. por inercia propia, volteé. era un chico muy alto, pero por alguna razón, y a diferencia de la mayoría de chicos altos, no era intimidante.

mi primer pensamiento se dirigió a la confusión sobre sus intenciones y el por qué de repente mis ganas de desplomarme en el suelo y llorar desaparecieron para dar lugar a una enorme impresión. ¿acaso este tipo venía al mismo lugar que yo?

¿un chico tan lindo, de un aura tan amena y tranquila, estaría en busca de un purgatorio como este?

aprendí que la apariencia nunca lo fue todo

—¿me permite? —repitió, como si no lo hubiese escuchado.

me hice a un lado, intentando gesticular una pregunta, sin embargo, me contengo; sonaría imprudente y torpe.

no pude evitar mirarle por completo una vez estuve seguro de que estaba de espaldas, al lado de él definitivamente me miro demacrado.

él era alto, amable y posiblemente menos patético.

el frío y desconocido aire se deslizaba por mi cuerpo conforme avanzaba detrás suyo, si íbamos al mismo sitio, era mejor llegar con alguien a llegar solo.

mis ganas de llorar cesaron, este chico me transmitía tranquilidad, eso si no lo confundía con mi rechazo a llorar frente a alguien más. ¿de quién se trataba?

—mi nombre es MinHyun. —mencionó, como si hubiera leído mi mente.— Hwang MinHyun. —un nombre que le quedaba. llegamos a la puerta final, antes de la recepción del dichoso centro.— ¿cuál es tu nombre?

pensando torpemente mientras mis labios se encontraban entreabiertos, sacudí la cabeza mientras daba rápidos parpadeos y le sostenía la mirada. no estaba intimidado.

—MinKi. —fruncí el entrecejo. quizá, en el fondo, quería pedirle que me llamara Ren como mis seres cercanos lo hacían, pero era demasiado apresurado.

—bueno, MinKi, —hizo una breve pausa para suspirar,—supongo que venimos al mismo sitio. —reveló, poco orgulloso de su confesión, pero suavizando su inocente deshonra con una sonrisa.

asentí con la cabeza un par de veces, o tal vez tres.

—supongo que dentro de poco sabremos por qué. —añadió, abriendo la puerta y encontrándose con un joven en la recepción.

parecía encargarse del control de quien llegaba y se marchaba. al acercarnos, nos preguntó a ambos por nuestros nombres para concretar el registro y asistencia para después permitirnos ir hacia el pasillo que conducía a un espacioso salón.

había sillas acomodadas en círculo y botellas de agua a los pies de cada una.

me sentí enfermo por lo injustamente enjuiciado que fui, lo suficiente para llegar aquí.

la vergüenza me consumía poco a poco, pero sabía que ya no habría vuelta atrás. al menos la mitad de las sillas ya estaban llenas, y largarme ahora tornaría el ambiente incómodo.

¿qué más da? mientras sólo sea una vez.

15.O1.21

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⏰ Última actualización: Jan 15, 2021 ⏰

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