cero

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pulsé el botón del ascensor que me llevaría hasta la planta alta, el penthouse, donde esperaba encontrarme con mi hermano, según las palabras de mi madre, debía ser como él, debía crecer y volverme un hombre hecho y derecho que fuese capaz de mantener a la familia cuando ni él ni mi padre pudiesen hacerlo más.

la mayoría de personas creen que siendo el menor en la familia eres el de menos preocupaciones, pero... ¿se han puesto a pensarlo? ser un niño que ve llegar a su padre del trabajo, totalmente agotado y estresado, que ve a su hermano ser regañado por él

· y en los peores casos, como el mío, verlo ser golpeado, y humillado ·

que es capaz de aguantar esa culpa

· porque los niños funcionan así, sienten culpa, culpa por que su madre renunciara a su trabajo, por haber roto ese plato o culpa por haber nacido·

sólo porque no quiere molestar, pues esa clase de niño soy yo.
siempre me he fortalecido a base del pensamiento: «hay cosas peores», porque en efecto, las hay.

el piso estaba vacío, o al menos yo lo sentía así, era de las pocas veces en las que visitaba ese lugar, e incluso ahora, luego de haber estado un buen rato familiarizado con él, me sentía extraño, incómodo, ausente; como si a pesar de la presencia todas las personas que habitan ahí, me sintiera encerrado en una burbuja. ¿es porque no pertenezco aquí?

un abrazo de mi madre me recibió y me envolvió en el calor que todos llaman "el calor del hogar", pero no siento nada. vacío, rencor, ¿qué más puede ser? es el calor de un hogar que no reconforta, pero quema, te envuelve y te hace cenizas, volviéndote a enviar a la calle, para reconstruirte.

eso, es vivir en una casa con violencia.







28.O7.18

from the moon, to the starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora