dos

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inevitablemente me tropecé con mi propia vida. a este punto específico de mi vida sólo me consideraba un fracaso continuo y creciente, como una bola de nieve.

era algo de esperarse, y no iba a abandonarme a mí mismo, no ahora con demasiada presión encima, debí quedarme en Gwanju.

pero mis párpados y alma habían ganado peso, no me sentía yo, no tenía ánimos para nada, mi mirada caía en picada al hablar con cualquiera, me sentía mal.

-tenemos que hablar, Minki.

no quería hablar con nadie.

-bueno, si no quieres hablar, lo entiendo.

era mi hermano... ¿delicado? deseaba ser como él en cada centímetro de mí.

tomó mi mano, y puso un bote de pastillas en mi palma junto con un papel, ¿qué es eso?

-tienes depresión.

salió de nuestra habitación.

no era un delicado, era un falso, un falso que soltaba lo peor en el peor momento, pero fingía ser fuerte y comprensivo. y yo era débil, quería ser tan fuerte como él y mantener mi ego contento.

en ningún momento lo supe hasta que me lo dijo, había colado a un terapeuta en nuestro piso, haciéndolo pasar por un amigo suyo. me diagnosticó sin mi permiso, y me mandó una droga que no pedí, era un paquete repulsivo que tuve que recibir.

al segundo día estaba vomitando, era una mierda, no toleraba la farsa que esas pastillas me daban, estaba feliz, pero estaba llorando, mi soledad era excesiva ¿pero realmente era eso? tal vez la leña al fuego eran los sollozos de mi madre al otro lado de la pared, o las discusiones de mi padre y mi hermano, que terminaban en golpes, gritos y desastres.

no podía culparlo por ser un falso, no podía culpar a mi madre por no hablarnos nunca. por eso tomé esas pastillas, llené mi mente de una falsa esperanza donde entre tanta basura, había uno de nosotros sonriendo, aunque esa sonrisa fuese una mentira.

 por eso tomé esas pastillas, llené mi mente de una falsa esperanza donde entre tanta basura, había uno de nosotros sonriendo, aunque esa sonrisa fuese una mentira

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era octubre, doce de octubre. hoy se cumplía un mes después de haberme despedido de JaeHyeong y no había recibido ni un sólo mensaje suyo, ni una llamada, ni una postal, era como si hubiese desaparecido del mundo y de mi vida.

era un mes de esa partida y sólo dos semanas y media de antidepresivos, los primeros no resultaron, pero los cambié, la segunda fue la vencida.

pero me sentía melancólico, aburrido, solo.

fui a un bar.

me sentía aburrido y solo.

regresé al bar.

me sentía solo.

conocí a HyoJong.

era un rubio teñido con cara de drogadicto.

sin embargo, él era más que apariencias, era duro, pero amable, y no era drogadicto. así era su rostro y no dormía lo suficiente.

la verdad es que no puedo decir que lo conocí a fondo, porque lo único que hicimos esa noche fue follar.

fue vergonzoso consumar el acto porque fue a oscuras y en una cama pequeña, pero lo más vergonzoso de todo fue empezar a llorar luego de haberme venido; en estos tres días de pasar por el bar como un absoluto conocido no había tomado los antidepresivos y mi cabeza dolía como el demonio.

HyoJong no era lo que cualquiera calificaría como sensible y comprensivo, se extrañó porque creyó que me hizo daño, pero luego me miró raro y se fue. no, más bien, me sacó, porque esa era su casa.

dejé de ir al bar.

16.O9.18



from the moon, to the starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora