Cita 47: Bakugou Katsuki.

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Tus pies ya no daba para más, habías caminado mucho junto al rubio para llegar a su casa. Te había invitado a su casa para pasar el rato hasta que fuese tu hora de llegar, pues no habría nadie en tu casa y preferias estar acompañada que sola.

—¿Estás seguro que tu madre no se enojará? —preguntaste nerviosa caminando a su lado. La línea de metro que iba cerca la casa del chico estaba sin funcionar, así que tuvieron que caminar—, no quiero ser una molestia tampoco, ¿sabes?

Bakugou bufó y te miró de reojo.

—Esa vieja bruja no se molesta más que conmigo, joder.

Reíste ante su comentario, aunque era un poco triste a fin de cuentas.

Siguieron caminando hasta llegar a la casa de los Bakugou. Era grande por fuera y se notaba que eran una familia acomodada.

—Vamos, entra —dijo el chico dejándote pasar primero por la puerta principal cuando abrió con sus llaves. Al entrar el rubio anunció su llegada—. Ya llegué.

Desde el fondo se escuchó un ruido fuerte, y de pronto apareció una mujer rubia, esbelta y hogareña. Se acercó al muchacho y le propinó un golpe en la cabeza.

—¡¿Por qué no me dices que llegarás con visitas?! Estúpido hijo. —La mano pesada de la mujer volvió a golpear al rubio, mientras este flaqueaba por no poder hacer nada. La mujer dejó de lado a su hijo y se acercó a ti—. Bienvenida, debes ser una amiga de Katsuki.

Saliste del shock de ver esa cómica escena y asentiste sin saber que decir antes eso.

—Un gusto conocerla señora Bakugou, soy [Apellido] [Nombre].

—¿Eres compañera de clases? —preguntó mientras te entregaba un par de pantuflas para estar más cómoda. Negaste con un monosílabo—. ¿Mmm? Oh...

Como si la madre del rubio hubiera entendido, te sonrió y dejó caer su mano sobre tu hombro. Katsuki por su parte solo miraba las extrañas señas que te hacía su madre, y los comentarios sobre ustedes dos.

—¡Vieja! —gritó el chico—. ¡Ya déjala en paz! —se acercó a ustedes y te tomó de la mano para luego tirarte hasta subir las escaleras.

—¡¡Trata bien a [Nombre], que seguro será la única que te tomará en cuenta por tu estúpido mal carácter!! —gritó devuelta la mayor mientras eras llevada hasta el cuarto del chico.

Te soltó luego de que llegaran ya al cuarto, y cerró la puerta de un golpe mientras su rostro mostraba descontento.

—No tienes que enojarte con tu mamá —dijiste tomándole del brazo para transmitirle tranquilidad, parecía muy alterado por lo último que dijo su madre. Katsuki se encaminó a su cama, se sentó en el colchón con su vista al suelo y el ceño fruncido. Te sentaste a su lado y empezaste a acariciar su espalda mientras apoyabas tu cabeza en su hombro. No te gustaba verlo así.

—Maldita sea... —Apretó los puños con furia, al igual que la mandíbula.

Te separaste de él, y te levantaste para caminar hasta la salida de la habitación. Sentías la mirada del rubio siguiéndote.

—Ya vuelvo. —Indicaste antes de cerrar la puerta.

Después de decir eso, suspiraste intranquila. Decidiste por bajar a la primera planta mirando a todos lados en busca de la señora Bakugou. Caminaste un poco hasta encontrar la cocina, donde se encontraba la mujer picando un poco de fruta.

—Disculpe —llamaste al verla de espalda. Se volteó y se sorprendió al verte, aunque eso no impidió que una sonrisa se revelara en su rostro—, quisiera poder hablar con usted.

—Cariño, claro. Siéntate. —Indicó la mayor despejando la mesa que tenían en la cocina—. Cuéntame. Oh, no me digas, Katsuki molestando como siempre. Ese niño no aprende.

Desviaste la mirada, y recorriste todo el cuarto con tus ojos hasta llegar a la rubia. Katsuki era la viva imagen de su madre, tanto física como en personalidad. Tal vez, ese era el problema de sus extrañas peleas, pues dos detonantes daban malas condiciones.

—Sí, se trata de Katsuki —dijiste, la mujer asintió como si esperase esa respuesta—. Pero no de la manera que usted cree.

—¿Hm? Explícate, cariño.

Te mordiste el labio dudosa, no querías crear controversia en tu primera conversación con la madre del chico que te gustaba.

—Sabe, creo que Katsuki es muy importante para mí. —Tus manos temblaban, y buscabas las mejores palabras para no entrar en una campaña verbal—. Es inteligente, fuerte, audaz y tiene agallas. No le importa quién esté frente a él, él no tendrá miedo de superarlo.

—[Nombre], cariño, conozco a mi hijo. ¿Por qué me dices todas éstas cosas?

—¡Porque sé que aparte de mí...! —cerraste la boca al ver que estabas elevando la voz sin cuidado. Frunciste los labios antes de volver a hablar—. Porque aparte de mí, estoy segura que muchas chicas más les gustaría Katsuki por como es... Con su mal carácter y todo.

La mayor dejó a un lado los utensilios de cocina y te escuchó atenta, descifrando cada movimiento corporal tuyo y entenderte mejor. Suspiró después de escucharte y se acercó a ti. Pensaste que iba a golpearte como lo hizo con su hijo, pero solo sentiste unas pequeñas palmetadas sobre tu nuca en modo de cariño.

—Estoy de acuerdo contigo, [Nombre] —dijo mientras desordenaba tu cabello—. Aunque espero que ese niño no sea idiota y no te deje ir.

Te avergonzaste ante las palabras de la rubia mayor, y tapaste tu cara con tus manos; no querías que viera tu cara en su máxima rojez. Te dejó libre de tanto estima y empezó a poner la fruta que antes estaba picando en pequeñas fuentes, dos para ser exactos.

—Ten —dijo pasándote la bandeja con las fuentes ya listas para comer. La agarraste con fuerza para que no se cayera—, para ustedes dos par de tórtolos.

Agradeciste por su gesto e inclinaste la cabeza en forma de respeto antes de irte en dirección a las escaleras y al cuarto del chico. Fue fácil decirle lo que sentías a la mujer, aunque los nervios aún no cesaban.

Llegaste al cuarto del chico y abriste la puerta con una mano, tratando de que no se cayera nada. Ya adentro apreciaste al chico acostado sobre la cama, tapándo su vista con su brazo. Te acercaste y dejaste la bandeja en el escritorio que tenía el chico en su habitación.

—Katsuki —llamaste cuando te sentaste a un lado de él—, he traído algo para comer.

No lo viste moverse, parecía dormido. Acercaste tu rostro al suyo para ver si estaba dormido de verdad, o solo te estaba ignorando. Cuando apoyaste tu mano en su pecho, él rápidamente la tomó y tiró de ti hasta que quedaste sobre él desparramada. Te agarró con ambos brazos de la cintura y se giró a la izquierda para que quedaras acostada a un lado de él, siendo también abrazada.

—¡Oye...!

—Quédate quieta y déjame dormir.

Cerraste la boca al escucharlo hablar; la única vista que tenías era la de su pecho subir y bajar. Si levantabas tu mirada podías ver su mentón y como su rostro estaba calmado por ahora. Suspiraste derrotada y decidiste por acomodarte tranquilamente en sus brazos. Te abrazó con más fuerza antes de apoyar su mentón en tu cabeza.

Y así se quedaron dormidos, abrazados uno del otro, mientras que la rubia mayor los miraba encantada desde la puerta de la habitación.

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Citas a ciegas [One Shots | BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora