Calculamos que en tres noches arribaríamos a El Cairo, al final de Illinois, donde llegan las aguas del río Ohio, y eso era lo que buscábamos. Venderíamos la balsa y tomaríamos un barco de vapor para remontar el Ohio hasta los estados libres, y ahí ya no tendríamos problemas.
Bueno, como a la segunda noche empezó a bajar la niebla y fuimos a buscar una barra de arena donde amarrar, porque era inútil seguir adelante con la niebla; pero cuando me adelanté a remo en la canoa, con la cuerda para amarrar, no había más que unos tronquitos. Eché la cuerda a uno de ellos, justo junto al reborde de la orilla, pero allí la corriente era muy fuerte y la balsa bajaba a tanta velocidad que lo arrancó de raíz y siguió adelante. Vi que la niebla se hacía más densa y me sentí tan mal y tan asustado que no pude moverme durante casi medio minuto, según me pareció, y entonces ya no se veía la balsa; no se veía más allá de veinte yardas. Salté a la canoa y corrí a popa, agarré el remo y di una paletada, pero no se movía. Tenía tanta prisa que no la había desamarrado. Me puse en pie y traté de desamarrarla, pero estaba tan nervioso que me temblaban las manos de forma que casi no podía hacer nada con ellas.
En cuanto logré ponerme en marcha, me puse a perseguir la balsa a toda velocidad, directamente hacia la barra de arena. Aquello estaba bien pensado, pero la barra no mediría ni sesenta yardas de largo, y en cuanto la dejé atrás me metí en medio de aquella niebla blanca y densa sin tener ni la menor idea de adónde iba.
Pensé que no valía la pena remar; sabía que a las primeras de cambio iba a encallar en la orilla o en una barra de arena o algo así; me quedé inmóvil dejando que la canoa bajase a la deriva, pero se pone uno muy nervioso cuando no tiene nada que hacer con las manos en un momento así. Pegué un grito y escuché. A lo lejos, no sé dónde, oí otro grito apagado y me animé algo. Fui allá a toda velocidad, escuchando atento por si lo volvía a oír. La siguiente vez que lo oí, vi que no me dirigía hacia él, sino hacia su derecha, y a la próxima hacia su izquierda, y tampoco avanzaba mucho, porque yo iba dando vueltas de acá para allá, mientras que aquella voz bajaba recta todo el tiempo.
Lo que yo quería era que al muy tonto se le ocurriera empezar a dar golpes seguidos en una sartén, pero no se le ocurrió, o a lo mejor sí, y lo que me preocupaba eran los silencios entre los gritos. Bueno, seguí adelante y en seguida oí el grito detrás de mí. Ahora sí que estaba yo hecho un lío. O había otra persona gritando o yo había dado la vuelta del todo.
Dejé el remo. Volví a oír el grito; seguía por detrás de mí, pero en un sitio distinto; sonaba una vez tras otra y siempre cambiaba de lugar, y yo seguía respondiendo, hasta que por fin volvió a quedar por delante de mí, y comprendí que la corriente le había dado la vuelta a la canoa al avanzar aguas abajo y que yo iba bien si es que era Jim y no otro balsero que pegaba gritos. Yo no entendía nada de las voces en la niebla, porque en una niebla no hay nada que parezca ni suene natural.
Siguieron los gritos y al cabo de un minuto o así me encontré bajando a toda velocidad frente a una orilla empinada y llena de fantasmas borrosos de grandes árboles, y la corriente me lanzó hacia la izquierda y siguió adelante, arrastrando un montón de troncos que bajaban atronando, por la velocidad a que los rompía la corriente. Al cabo de uno o dos segundos no se veía más que una masa blanca, y todo había quedado en silencio. Entonces me quedé sentado, totalmente inmóvil, escuchando los latidos de mi corazón, y creo que no respiré ni una sola vez en cien latidos.
Entonces renuncié. Sabía lo que pasaba. Aquella orilla empinada era una isla, y Jim había pasado al otro lado de ella. No era como una barra de arena que se podría tardar diez minutos en pasar. Tenía árboles grandes como una isla normal; podría medir cinco o seis millas de largo y más de media de ancho.
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Las aventuras de Huckleberry Finn
AdventureUn gran clásico de la literatura norteamericana: una novela sobre la amistad, la adolescencia y la libertad. Las aventuras de Huck son hoy y siempre serán un hito en la narrativa moderna. Este muchacho vagabundo, pendenciero, solitario y sagaz es el...